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Calderón, en sus ideas generales religiosas, era el hombre de su pueblo y de su tiempo, y seguramente puede ser calificado en rigor de legítimo representante de la forma original y admirable, que adoptó en España la fe católica.

Se vacunaron 122, asistieron á las escuelas 40 niños de ambos sexos, siendo 23 el número de cuadrilleros. Catanauan poco á poco va despertando de su indolencia, y tenemos la seguridad de que tan luego se habitúe al trabajo, llegará á ser un pueblo muy rico, dadas las condiciones de su territorio. Hoy corre la triste y precaria suerte de sus colindantes.

Se le pasó por la imaginación si estaría burlándose de ellos porque eran de un pueblo de pesca. Pero, no; aquella cara no debía de mentir; hablaba de veras; era verdad lo del rey Veremundo y lo de la emigración de la piña pérsica a las columnas árabes; sólo que todo aquello ¡qué le importaba a él que era un compromisario!

Recuerdo que en la madrugada de un día de otoño frío y lluvioso, salí de mi pueblo para Madrid. Despedime de mi madre, y turbado y conmovido como nunca lo había estado, bajé a escape la escalera en compañía de mi padre. Ambos marchábamos embozados hasta las cejas, no si por miedo al frío o por no vernos las caras.

Pero pronto enseñó la experiencia que la afición del pueblo á tales espectáculos, una vez despertada, no se extinguía fácilmente, y el clero, que ya antes se esforzara en representar los maravillosos sucesos de la Redención, comenzó á influir con ese objeto en el ánimo de los fieles.

Despues de su negocio relatado, Procura de volverse muy gozoso. Un pueblo en el camino hubo poblado, Por extender su fama deseoso, Santa Cruz de la Sierra le nombraba, Que el sitio al de su tierra semejaba. A Cabeza de Vaca ya volviendo, Lleváronle á Castilla aherrojado.

Imitad su constancia y bizarría Y el alto ejemplo que su vida abona, Que de la Patria en el hermoso dia El pueblo os ceñirá sacra corona, Y vuestra muerte con guerrera pompa Publicará la fama con su trompa.

La mesa de la votación con sus cuartillas, sus trece tinteros, convenientemente separados, y las sillas que rodeaban aquella, más bien la semejaban á la de confección de un periódico que á otra cosa, por más que esa cosa sea tan grave y trascendental para el pueblo, como el nombramiento de su municipio.

Y en ella heme de salvar yo huyendo de vos: y habéos de salvar por mi huída, y á más han de salvarse ciertos recién casados, que no andan muy seguros... ¿Conque es cosa decidida?... dijo de mal talante la condesa. Bien veo que os enojo; pero en este pueblo de orates algún loco ha de haber con barruntos de juicio.

Alabardas que no cortaban, prisiones de Estado donde se ponía a refrescar el vino. Jamás hambre, nunca guerra. He aquí cómo gobernaban a su pueblo los Papas del Condado. ¡Tal es la causa de que los eche tanto de menos el pueblo!