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»Nos perdíamos en conjeturas, y en vano buscábamos la causa de aquel misterio; toda la solicitud de Teobaldo fue infructuosa y nada pudimos saber.

Gracias dimos a Dios los pocos que después de tres meses y medio de angustiosas penas, pudimos regresar a Cádiz, avergonzados por el infausto éxito de la aventura. Yo comparé a mis compañeros de entonces con los individuos de la <i>Cruzada</i> en la falta de sentido común. Regresamos a Cádiz.

Vimos á trechos asomar por encima de estos, árboles frondosos que subian al parecer desde el fondo de los patios: recordamos que los orientales guardan para el interior la belleza que otros pueblos se complacen en desarrollar en el esterior de sus edificios; y no pudimos menos de concebir la esperanza de descubrir todavía, aunque desfigurada y rota, una ciudad morisca.

La primera cosa que hicimos, fué de ir en busca de las salinas y estuvimos dia y medio, antes que hallasemos la menor de las dos, y la grande la hallamos despues. Agua buena: no pudimos hallar mas que un pozito en el camino de la salina grande. Si llueve hay parage á donde el agua se junta, pero si no se toma pronto, se seca.

Algunos exploradores que iban delante descubrieron á lo lejos una humareda, de que tuvimos todos grande alegría. A primero de Octubre hicimos alto á la orilla de un río, donde nos pudimos reparar con pescado y tortugas que hallamos en una laguna.

Dentro de ella se ocultaba el gran secreto, cuyo conocimiento había transformado en millonario a Burton Blair, el pobre marino sin hogar. Lo que era, ni Mabel ni yo pudimos ni por un momento imaginarnos. Ambos estábamos sin aliento, igualmente ansiosos de cerciorarnos de la realidad. No hay duda, jamás hombre alguno se vio en su vida delante de un problema más interesante o enigmático.

El baluarte de San Jacinto es sólido, de buena fábrica y perfectamente situado; se extiende por lo más alto de la loma dominando el pueblo y el puerto. En el ángulo que corresponde á su entrada y sobre una plataforma medio arruinada, se ve un cañón, que según sus dimensiones, pudimos calcular sería su calibre de 20 á 24.

Subiendo sobre los bancos de granito que se hallan dispuestos á uno y otro lado de la pared en forma de gradas, pudimos desde el alféizar de la ventana echar una ojeada al exterior sobre la profundidad de los fosos y partes arruinadas de la fortaleza; pero habíamos notado desde nuestra entrada las primeras gradas de una escalera practicada en el espesor de la muralla, y sentíamos una prisa infantíl por llevar adelante nuestros descubrimientos.

En esto se nos acercó un barco que iba a la deriva de una manera desesperada. Nos hizo señales y nos preguntó si teníamos médico; le dijimos que no, y nos pidió quinina. Buscamos en el botiquín del doctor Cornelius, pero no había quinina. Lo único que pudimos enviarles fué unas cajas de . El barco aquél se hallaba apestado.

No sabrá escribir, como , libros y comedias ni tendrá gran ilustración, pero discurre con acierto, juzga con justicia y sabe lo necesario para conducirse en la esfera en que Dios le ha colocado. Desgraciadamente los que como él y yo hemos pasado nuestra vida dedicados al comercio no pudimos disponer de mucho tiempo para ilustrarnos... ¡Oh, no se compare usted con él! ¿Por qué no?