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De tu conducta depende mi prudencia. ¡Hemos concluido! Cada cual cumplirá su obligación. ¡Abur! Y Pepe, andando de puntillas, se metió en su cuarto.

Entonces, mi timidez se trocó en atrevida soberbia, y la miré de hito en hito. Algo de ridículo hubo de haber en mi mirada, pero, o Pepita no lo advirtió o lo disimuló con benévola prudencia, exclamando del modo más sencillo: No se ofenda Vd. porque yo le descubra alguna falta. Esta que he notado me parece leve. La culpa es del señor deán, que no ha pensado en que Vd. aprenda a montar.

Recurrió entonces a su refugio ordinario, a la esperanza de algún golpe imprevisto de la fortuna, de alguna coyuntura favorable que le ahorraría consecuencias penosas y hasta perjudicaría su falta de sinceridad, convirtiéndola en prudencia. En lo que concierne a contar con algún tiro de dados de la fortuna, apenas puede decirse que Godfrey fuera de la vieja escuela.

Como todas sus atribuciones sobre la pequeña eran morales y secretas, Salvador no se atrevía a significarse visitándola demasiado y se limitaba a verla con toda la frecuencia posible dentro de una prudencia conveniente. Antes que la niña partiese de Luzmela pudo él abrazarla y prometerla toda su fortuna y su desvelo.

Temió, si huía, anticipar la agresión, ser detenido por el insulto; y con la esperanza de pasar inadvertido, permaneció inmóvil, como subyugado por una impresión que no era de miedo, pero de algo más que prudencia.

Mas Jacobo, con la prudencia con que moderaba todos los gastos de Currita desde que metía él la mano hasta el codo en sus arcas, desechó terminantemente el proyecto, imponiendo más bien que presentando otro más económico y también más nuevo... Dos cuadrillas imitando las piezas de un juego de ajedrez, blancas y negras, y una partida jugada por ellas mismas en forma de contradanza; Luis Fonseca, su compañero de embajada, habíalas visto jugar así en Conchinchina cuando las fiestas en honor de Phara-Norodon, rey de Cambodge.

Los vencejos volaban satisfechos alrededor de un agudo campanario que desde mi ventana se distinguía. Sin vacilar un instante y sin reflexionar que iba a perder en un momento el beneficio de tantos meses de prudencia, escribí a Magdalena. Lo que le decía era insignificante.

Porque se harán alas, como alas de águila, y volarán al cielo. 7 porque cual es su pensamiento en su alma, tal es él. 8 ¿Comiste tu parte? La vomitarás; y perderás tus suaves palabras. 9 No hables a oídos del loco; porque menospreciará la prudencia de tus razones. 10 No traspases el término antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos;

Acaso tengas que tratar con los mozos.... Te encargo mucha prudencia, mucha seriedad.... Vamos, dame otro abrazo, y ¡que Dios te lleve con bien! La pobre anciana tenía los ojos arrasados en lágrimas, y hacía grandes esfuerzos para aparentar calma y serenidad. Tía Pepa nos miraba y sonreía tristemente. Abracé a la enferma, le un beso en la frente, y salí de la estancia.

El poeta, pues, tiene en su mano los diversos hilos de este enredo: la rivalidad del Conde, del Duque y de César; el interés del último en no ser conocido del Conde, que lo cree muerto; después, la inclinación de Margarita á César, en lucha con su amistad á Serafina, etc.; pero estos diversos resortes no sirven, como sucede con frecuencia en las comedias de capa y espada, sólo para urdir una fábula divertida é interesante, sino para distinguir los caracteres y pasiones, en sus diversas fases, y ofrecernos un cuadro, en el cual se confunden, con las tintas más tenues, el amor y los celos, la tristeza y la risa, las ilusiones y la prudencia mundana; brillando, además, sobre todo este conjunto, el mágico resplandor de la poesía romántica más pura.