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Algunos estéticos contestarán afirmativamente á esta pregunta, sin vacilaciones de ningún género, y los autos españoles y las moralidades, obras informes de un arte incipiente, serán ordenados por ellos en la misma categoría. Es tan general la creencia de que han de desterrarse del drama las personificaciones alegóricas, que casi todos los poetas modernos han renunciado á ellas.

Por fin su imaginación enfermiza resumió todos aquellos desvaríos en esta pavorosa duda: «Si fuese fea... ¿me querríaJamás mujer bonita se ha hecho pregunta tan terrible. En estado de ánimo análogo al suyo debió de verse aquella dama que, perseguida con deseos torpes por un rey de Castilla, se abrasó el rostro para evitar la ocasión de su deshonra.

, señora dijo Lázaro, por contestar de algún modo á aquella profundísima y grave pregunta. Yo soy rica. Hace poco hubiera dejado perder mi fortuna sin cuidado ninguno. Siempre he despreciado todo eso. Pero hoy no; hoy pienso en ese tesoro como un medio de vida. Para nada quiero; pero los hombres que tienen ambición necesitan todo eso. Lo necesitamos, ¿no es cierto?

Desde entonces, su nombre pareció llenar la habitación, y las dos mujeres le aposentaron en su memoria, imaginándolo como un ser poderoso, todo bondad, que peloteaba los millones y se divertía haciendo ricos a los pobres. ¿Cuándo vamos a ver a don Ramón? era la pregunta que hacían las dos mujeres apenas entraba Juanito en la casa.

Poco tiempo habría pasado en aquel recogimiento, cuando se abre la puerta, y un joven, vestido modestamente, pregunta por el corredor. Pepe, te he esperado inútilmente; te he visto pasar y he seguido tus huellas. Ya estoy aquí y sin un centavo; no tengo recursos. Ya le he dicho a usted que por ropas es imposible.

¿Por qué no dejaba a Sarrió, teatro de su desdicha, y se iba a pasar al menos una temporada en Madrid, en París o en Londres? Esta era la pregunta que se hacían todos los vecinos de la villa. Nadie acertaba a contestarla satisfactoriamente. Ni era fácil que eso sucediera. Son muy pocos los que saben explicarse el origen secreto, la última raíz de las acciones humanas.

El Rey pregunta cuya es la posesión en que se encuentra, averiguando que es de Don Tello, y, después, siguiendo la conversación, que es un grande orgulloso y rebelde á la Corona, y la infamia cometida con Leonor y Don Rodrigo, y se obliga á dar satisfacción á ambos, porque su posición al lado de Don Pedro el Justiciero es de alguna importancia.

Torrebianca, con una voz cada vez más angustiada, formuló otra pregunta: Y esos dos hombres, ¿crees que fueron á batirse ayer por Elena? Ahora ni siquiera hizo Robledo el gesto vago de antes y se limitó á bajar los ojos.

Mientras no se conteste satisfactoriamente a la pregunta, hay que considerarlo suyo. Hallábanse también por entonces en Nápoles el Virrey Duque de Alcalá, amigo de Pacheco, y el gran pintor español José Ribera el Españoleto.

Al cabo de diez minutos largos, la linda cabeza rubia de su esposa asomó por la puerta. ¿Qué me querías, pichón mío? preguntó, sin entrar, en tono distraído, que no encajaba bien con lo meloso de la pregunta. Entra... Son las once, y aún no me han curado el vejigatorio. Yo pensaba que esperarías a que el médico lo hiciese dijo avanzando con vacilación por la estancia.