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Por la estrecha ventana veo un patio con el brocal de un pozo desgastado, y en las paredes, empotradas, cuatro o seis columnas con capiteles dóricos. Llegan los postres. Este silencio tétrico en este casón vetusto antiguo convento , después de esta comida intragable, me apesadumbra y enerva.

Concha, en pie debajo del dintel de la puerta, se arreglaba con mano nerviosa la ropa y los cabellos. Ven aquí dijo en tono imperioso a su querido. Pero éste hizo un gesto de desprecio y se volvió hacia el matrimonio para disculparse. ¡Vaya unos postres que les he dado!... ¿Quién iba a suponer?... Carlota, usted es muy buena y me perdonará esta grosería. ¡Ven aquí! gritó con más furia la joven.

Desde las conchas de la casa del Padre se veían perfectamente los menores detalles de la laguna y del volcán. El día estaba bastante entoldado, y el calor no mortificaba como de ordinario. A los postres se nos presentó la capitana Ramona, viuda de un Gobernadorcillo.

Los postres servidos, todo el mundo saltaba por dejar la mesa. ¡Y los recibos donde Vengoechea, Restrepo, Tanco, Koppel, Soffia, Mier, Samper!, etc. He dicho ya la afición inmensa que hay en Bogotá por la música. No hay casi una niña que no toque bien el piano, y recuerdo entre ellas a dos de la naturaleza más profundamente artística que he encontrado en mi vida.

En medio de esas crisis de risas estrepitosas caía por intervalos en una gran laxitud, semejante a una bacante fatigada. A los postres declaró que tomaría el café en el comedor. Esta animación dijo perdería su encanto, si cada uno se iba por su lado. Quedaríanse, pues, todos reunidos y permitiría fumar a los hombres. Tal declaración fue aplaudida por todos los convidados.

Vives, a quien he citado antes y por quien tengo especial predilección, habla de las aceitunas de Andalucía y de las de Mallorca; pero dice textualmente que las de Mallorca «saben mejor»: magis sunt saporis sciti Balearice... Este es uno de los motivos añade sonriendo por lo que yo, que soy tan amante de mi patria, estimo al gran filósofo. Han llegado los postres.

¡Oh, perfectamente, perfectamente! Y buscaba el de la Barcaza una silla junto a una jamona aristócrata que estaba sola. Paco tenía otra vez en Vetusta a su prima Edelmira y «le hacía el amor por todo lo alto», aunque a su madre no le gustaba, porque era feo engañar a una prima. Joaquín Orgaz había prometido cantar por lo flamenco a los postres.

La señora entró á saber qué legumbres queriamos. ¿Y los otros dos platos de carne? ¿Se quedarán donde se quedaron las dos sopas? Vino un doble plato de judías sin salsa, y me preguntó qué postres eran de nuestro gusto. Pero ¿y las legumbres que faltaban? Mi mujer no pudo contenerse por más tiempo. ¿Qué es esto? me dijo. ¿Dónde están las tres sopas, los tres platos de carne y las tres verduras?

Que el orador, con su poderosa labia, se encargase de convencer al belicoso barón. Debían bajar juntos, pero solamente para almorzar en un buen hotel, dándose explicaciones a los postres los dos rivales; y él, por amor a la buena amistad y la concordia, iría hasta el sacrificio, pagando el champán a toda la compañía... Pero el señor Maltrana cerraba los oídos a tales intentos de seducción.

No se hable de eso, no merece la pena. Visita tenía principio para algunas semanas y postres para meses. Su esposo era un humilde empleado del Banco, pero de muy buena familia, pariente de títulos. Si Visita no se ingeniara ¿cómo se mantendría aquel decente pasar que era indispensable para continuar siendo parientes de la nobleza?