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Sitiadores y sitiados luchaban confundidos en el único punto del camino por donde podía escalarse la altura y allí acudieron, dando el ejemplo á sus soldados, los pocos nobles ingleses que rodeaban al barón.

En la historia filipina se consignan no pocos privilegios mercantiles contrarios á los intereses chínicos.

A los pocos meses era yo fraile; y previo el noviciado de rigor, profesé y recibí las órdenes sacerdotales, tomando el nombre de fray José de San Gregorio, nombre que hice estimar, señor capitán, de mis prelados y de mis hermanos todos, durante los años que permanecí en mi Orden, que fueron pocos.

Antes se vea azotado por mano del verdugo Bartolomé Estéban Murillo, que vuelva ese lienzo á pisar los umbrales de la comunidad, si vuestras reverencias no han de tomarlo á enojo. No valieron ruegos, ni súplicas. Á los pocos instantes Murillo salia del convento con su grande obra. Ignoro qué hizo de ella.

Llevóme tras la vista, tanto su buen parecer como la gallardía del rey Cratilo, y, mirándola con atención, conocí ser la hermosa Sulpicia, a quien la cortesía de mis compañeros pocos días #antes# habían dado la libertad que entonces gozaba.

Las muecas de la cabeza esculpida, al moverse por medio del resorte de la manera ya indicada, divirtieron mucho a los jóvenes brasileños, y no pocos se apresuraron a ser presentados a Juan Maury para que les enseñara el bastón, cuyo éxito fue tan grande que le pidieron las señas de la ciudad y de la tienda donde le había comprado, y pidieron una buena remesa de ellos para Río.

El escrito que pongo aquí, ya copiando y ya extractando o saltando no pocos párrafos, es como sigue: La admirable escultura de D. Manuel Alvarez, que representa a San Vicente Ferrer, vino a poder de mi madre en el año de 1801. Se la legó al morir el reverendo padre capuchino fray Atanasio, que la custodiaba en su celda desde el año de 1785.

Manifestábase sorprendida de su repentina e inopinada declaración. ¿Qué mosca le había picado al cabo de cuatro años de ausencia? Sus padres, que antes que ella habían abierto la carta, estaban igualmente sorprendidos: opinaban que era un paso irreflexivo, propio de los pocos años, un capricho del momento, del cual ya estaría probablemente arrepentido. Ella compartía enteramente esta opinión.

No di cuenta a Matildita de aquella entrevista, y eso que me aguardaba con gran afán para saber su resultado. Le dije que me había sido imposible ver al cura. Sin embargo, la turbación, que no pude arrojar de en todo el día, debió de hacerle concebir algunas sospechas. Presumo que las comunicó al comandante Villa, con quien en pocos días había yo intimado mucho.

Si el hurto era el móvil del crimen, los dos rusos podían, exprofeso, no haber robado todo el dinero; pero en tal caso era difícil explicarse la manera ruidosa como habían dado muerte a su víctima y el agudo dolor que Zakunine había demostrado, ni se podía decir cómo y dónde habían escondido las sumas robadas, en los pocos momentos transcurridos entre el tiro y la llegada de los criados. ¿Habría que considerar a alguno de éstos como cómplice? ¿O más bien, los rusos esperaban substraer el dinero después de haber hecho creer en el suicidio no previendo la acusación de Vérod?