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Me lancé hacia ella y lloré sobre su hombro, apretando convulsivamente el plato con la mano izquierda. ¿Qué tienes, querida? me preguntó acariciándome. En toda la casa eras la única que conservabas tu buen humor, y ahora... Me armé de valor y, acercándola a la luz, le mostré el plato.

No considerándose aún desagraviada Isidora con estos regalitos, negose a admitirlos; pero Mariano se abalanzó al plato más pronto que la vista, y arrebatando el turrón, empezó a engullir con tanta prisa, que no pudo su hermana evitarlo. «¡Malcriado..., glotón! le dijo cuando otra vez se quedaron solos . ¿No has comido ya bastante?». Mariano negó con la cabeza, por no poder hacerlo con la boca.

HELADO DE COCO. Prepárese igual que el anterior, pero en lugar de echar almendra, échese coco rallado. MANTECADO DE BIZCOCHO. Se hace un bizcocho en molde, se deja en el centro un hueco; se saca a un plato frutero, y al tiempo de servirlo se llena el hueco de mantecado.

Sin etiqueta, señores, exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara. Sucedió á la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato: cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por derecha; por medio el tocino; por izquierda los embuchados de Extremadura.

Dejadlos ahora dijo el amo, ya hablarán cuando tengan el estómago lleno. Vaya, rumia, aquí tenéis con qué llenar el fuelle dijo el cocinero en gallego cerrado, presentándoles las chuletas, cada una en un plato, y colocando los platos sobre una silla. Los niños se arrojaron a ellas como lobos.

Pero descuidad, que una vez allí trataremos de que obtengáis vuestro plato español favorito, preparado con todas las reglas del arte. Ya ve Vuestra Alteza, continuó dirigiéndose al rey Don Pedro, que no faltan entre nuestros caballeros admiradores entusiastas de la cocina española. Pero, dicho sea en honor de Sir Oliver, también sabe pelear con el estómago vacío.

HUEVOS A LA MARINERA. Se cortan en ruedas los huevos duros y se ponen sobre un plato; se hace una salsa de tomate y se mezcla con perejil, vino blanco y champiñons picados y cocidos; esta salsa se vierte sobre las rodajas de huevo, y se sirve.

Ya me indigesta tanta gallina. ¿Quieres llevártela? ¿Cómo no? Venga. También quedaron cuatro chuletas. Ponte ha comido fuera. Vengan. ¿Te lo mando con Hilaria? No, que me lo llevo yo misma. Vamos a ver cómo me arreglo. Lo pongo todo en un plato, y el plato en una servilleta... así; agarro mis cuatro puntas... ¿Y este pedazo de pastel?... Es riquísimo.

Apenas hay muchacha que se deje acompañar de uno de su igual. El mozo ha de traer por lo menos corbata y hongo, y ha de fumar con boquilla... aunque no tenga plato en que comer. Ninguna se oculta ya para ir al obscurecer acompañada de algún señorito, y a la vuelta de las romerías da grima verlas venir colgadas del brazo de ellos cantando al alta la lleva... ¡Pobrecillas!

Su sillón, antes inmóvil, con sólida estabilidad, parecía agitado por estremecimientos nerviosos, lo mismo que una bestia que jadea afirmada sobre sus patas. La raza, como si la animase de pronto un alma traviesa, iba a pequeños saltos, repiqueteando en su plato, de un extremo a otro del velador.