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Los dos estaban muy tristes; se comunicaban mirándose su tristeza, y callaban. Tal vez pensaban en planes para lo futuro; quizás ella estaba inquieta por la situación difícil en que uno y otro se encontraban. Entonces entró Pascuala y dijo: ¡Qué miedo! Desde el anochecer están paseándose por delante de la puerta unos hombres. Esta tarde vinieron también. ¡Qué fachas!

Adivinó Fernando los pensamientos de estas gentes, muchas de las cuales venían en derechura de la soledad de los campos. «¡Qué grande!... ¡qué grandeMaltrana buscó con sus ojos al señor Antonio el Morenito. De seguro que había olvidado por el momento sus planes originales para hacerse rico. Tal vez sentía un poco de duda, de miedo, y pensaba como los otros: «¡Qué grande!».

La natural reserva y esquivez del joven ministro había sido un obstáculo para este plan. El médico, sin embargo, no estaba dispuesto á darse por satisfecho con el aspecto que, casi providencialmente, tomó el asunto en sustitución á los negros planes que él se trazara. Podía decir que se le había hecho una revelación; y poco le importaba que su procedencia fuera celestial ó infernal.

Su lugarteniente ensalzaba los planes del señor ministro con convicción que parecía sincera, pero los que le oían no se dejaban ganar de su entusiasmo. ¿Era cierto que Eneene y Esteven estaban metidos hasta el pescuezo, en el pantano de los negocios turbios? ¿que don Bernardino era el maestro concertador de los chanchullos oficiales, quien organizaba las empresas subterráneas, dirigía detrás del anónimo toda clase de compañías, pescaba toda clase de concesiones y disponía, como de cosa propia, de los empleos del Gobierno y del dinero de los Bancos?

Me alegro mucho le dijo el conde, de que mi pobre y querido doctor me haya dado por compañero en la tutela oficiosa de Antoñita un segundo que merced a su juventud, sabrá leer mejor que yo en un corazón de veinte años y que, por el privilegio que goza de ver a Avrigny, podrá instruirse sobre los planes de mi amigo. ¡Ay, caballero! respondió Amaury con triste sonrisa.

Basilio respiró como si un gran peso se le hubiese quitado de encima y respondió despues de una breve pausa: Señor, el honor que usted me hace confiándome sus planes es demasiado grande para que yo no le sea franco y le diga que lo que me exige está por encima de mis fuerzas.

Besó la mano al Cura; arrimóse otra vez a la orilla de la barranca; dijo a los que le contemplaban atónitos, por ignorar los planes que le movían a hacer aquellas cosas tan raras, que tuvieran listas la pala y la cuerda para cuando las pidiera él; miró un instante hacia abajo, santiguóse rápidamente, invocó a «Jesús crucificado...» ¡y allá va eso!

Precisamente el trabajo de maquiavelismo más refinado del Arcediano consistía en mantener en la apariencia buenas relaciones con «el déspota», pasar como partidario suyo y minarle el terreno, prepararle una caída que ni la de don Rodrigo Calderón. Vastísimos eran los planes de Glocester, llenos de vueltas y revueltas, emboscadas y laberintos, trampas y petardos y hasta máquinas infernales.

Pero éstos no eran los planes de Maugis, que adoraba a Adela desde hacía mucho tiempo y que no tomaba una parte activa en esta intriga más que para hacer una nueva víctima. A alguna distancia del castillo, el carruaje cambió de dirección y condujo a Adela al castillo por caminos extraviados; la noche estaba muy adelantada y nadie lo advirtió.