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Una senda blanca serpentea entre las peñas, se pierde tras los pinos, surge, se esconde, desaparece en las alturas. Aparecen, acá y allá, solitarios, cenicientos, los olivos; las manchas amarillentas de los rastrojos contrastan con la verdura de los pámpanos.

Pero después me dijo en voz baja, procura pasar de ese vals a alguna melodía vaga que vaya expirando como un eco que se pierde en lontananza. »Comprendí su intención, y obedecí.

No sabe Tablanca lo que pierde en él nos dijo , ni lo sabrán los valles circunvecinos, que tan poco se pagan hoy de su raro ejemplo y de su obra admirable. Pues sobre esta obra, ¡qué cosas me dijo también!

«Ese hombre nos pierde a todos». Estos eran los comentarios en los balcones. Y después de cerrarlos, continuaban dentro las censuras. Muchas amistades perdió De Pas aquella tarde. Sin que se supiera cómo, llegó a ser un lugar común, verdad evidente para Vetusta, que «Barinaga había muerto como un perro por culpa del Magistral».

bien sabes que en las minas se matan algunas veces los hombres... ¿no me lo negarás?... ¿Y eso qué importa? profirió Juan más enfurecido. Porque un pelafustán se muera ¿va á dejar el concejo de aprovechar la riqueza que tiene bajo tierra? ¿Pero me lo niegas? No te lo niego. Pues bien, por la muerte de un hombre se pierde una familia.

Entumécense nuestros miembros: nuestro paso pierde la seguridad; estamos expuestos á resbalar en la hierba ó en la roca húmeda y á caer en él precipicio.

Pero al cuarto de legua se arrepiente, da la vuelta y retorna lento y cabizbajo cerca del punto de partida, lo cual hace pensar a algunos, no sin fundamento, que camina cuesta arriba. Sale de nuevo, no por voluntad, sino apretado por las circunstancias; esta vez se pierde de vista; todo el mundo cree que se va de veras para no volver. No es así, sin embargo.

¡Nada de niñerías, capitán!... Conmigo es inútil... Pierde usted el tiempo. Y no dijo más. Su tiesura y su mutismo en el resto del paseo dieron á entender al marino la magnitud de su equivocación. En vano quiso mantenerse al lado de la viuda: ella maniobraba de modo que la doctora venía á interponerse entre los dos.

Parece que nuestro querido sobrino no pierde el tiempo observó maliciosamente el vizconde, refiriéndose a doña Inés y al joven duque. Haznos los honores de tu casa, Pablo. Piensa que sentimos nuestros músculos un poco entumecidos de las posturas que nos dieron los pintores. Para desentumecernos nos vendría muy bien danzar un poco. ¿No tienes por acá un laúd?

Adiós... Oye una palabra... Aunque te repito que puedes hacer lo que gustes, debo advertirte que el marcharte ahora no me parece muy decente... Es ya noche, como ves, y cualquiera, viéndote salir de mi casa de ese modo, podría suponer que te he echado de ella. Pierde cuidado. Ya me encargaré de decir á todo el mundo que he salido por mi gusto.