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Y señalando a cada uno de los animales, hablaba de miles y miles de pesetas, enorgulleciéndose de que tales tesoros estuviesen confiados a su custodia. El hierro de Matanzuela, la marca con que se señalaba a las jacas salidas del cortijo, valía tanto como los certificados de los ganaderías más antiguas.

Descendiendo, como él decía, a la práctica, y sin soñar eso nunca , habló el marqués de la remuneración del nuevo trabajo. Por el libro, ajustado en tres mil reales, le daría mil pesetas, pues estaba contento, aunque no había apretado la mano tanto como él deseaba en lo de las notas. Aun así, el jefe, que sólo conocía el índice, había hecho grandes elogios de la erudición de la obra.

El no había hecho hasta entonces mas que jugar, pasar la existencia dulcemente al lado de aquella señora que era una santa. Tres mil pesetas son un capitalito; con menos comenzaron otros y llegaron a millonarios. Podría terminar su carrera y ser hombre de provecho. Toda la vida de antes ha sido un sueño, no lo olvide usted continuó el orador . Y no hay que soñar, joven. Hay que ser práctico.

Las dotes literarias de su autor, tan consumado en la pintura de caracteres, en la descripción de la vida aristocrática, y dueño de todos los primores del estilo, le añaden el encanto que se halla en todas las obras del autor de =Pequeñeces=. Precio: 1,50 pesetas en rústica y 2,50 en tela. P. LUIS COLOMA, S. J. de la Real Academia Española.

Entre las múltiples propiedades de este metal, ella había notado principalmente una, la de acabarse en los momentos en que más falta hacía. El portamonedas no contenía más que un par de pesetas y algunos cuartos.

Pero ya te arreglaré yo, país de las monas. ¿Cómo te llamas? Te llamas Envidiópolis, la ciudad sin alturas; y como eres puro suelo, simpatizas con todo lo que cae... ¿Cuánto va? Diez millones, veinticuatro millones, ciento sesenta y siete millones, doscientas treinta y tres mil cuatrocientas doce pesetas con setenta y cinco céntimos...; esa es la cantidad.

Ha quebrado el juego. Mire usted mi cartón... En realidad, lo único que ha quebrado es la línea. Todo el mundo pierde, excepto el viejecito y un señor que había puesto 1.000 pesetas a negro. ¡Por no saber jugar! murmura un técnico, en discusión con otro jugador . Ese señor ha ganado, ¿y qué? ¿Es que demuestra algo el que haya ganado ese señor?

Compraremos Cubas.... Yo no afirmo nada, soy como todos y puedo equivocarme; pero tal vez... tal vez dentro de un año doblaremos el capitalito. señor; puede que lo doblemos. Y hablaba sonriendo maliciosamente, golpeándose las manos con expresión satisfecha, como si le bastara un simple guiño para que las dos mil pesetas se multiplicaran en millones.

Allí estaba su hermano, que solamente con una palabra podía sacarla del apuro; pero no había que pensar en semejante miserable, capaz de dejar perecer a toda su familia antes que desprenderse de una peseta. ¡Qué angustiosa situación! ¡Y que una persona distinguida como ella tuviera que verse en tal aprieto por unas cuantas pesetas, cuando tantos miles había arrojado por la ventana en otros tiempos...!

Sólo un hombre con cien millones de pesetas de capital se podía autorizar tanto resoplido y escupitajo. El oficial se turbó un poco a su vista. El banquero, con la perspicacia que le caracterizaba, supo aprovechar este predominio. ¿De qué se trata, eh?