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Como yo aun tardaría en llegar, el señor de Seligny no quiso perder ni un momento y partió solo a ver al agonizante que, en efecto, parecía expirar, pero, la exclamación involuntaria del señor de Seligny, espantado, que profirió involuntariamente el nombre de Maugis al reconocerle, pareció despertarle por un instante del sueño de la muerte. «¡Maugis! dijo el infeliz moviendo la cabeza con esfuerzo ; ¡que Dios me perdone!...» «¡Ay!... ¿podrá perdonarle?...»

Es hombre que frisa en los cincuenta, que ha tenido tiempo de perder el miedo en largos años de carrera militar, no escasea de conocimientos, y retirado ahora, vive entregado á sus negocios y á sus libros, dejando que su mujer delire á mansalva.

¿Y quiere usted que yo, el pobre Pep de Can Mallorquí, sea pariente de su padre y su abuelo, y de todos los señorones que fueron amos de Mallorca y mandones del mundo?... Vamos, don Jaime. Vuelvo a creer que todo es una broma: su seriedad no me engaña. También don Horacio discurría a veces las cosas más chistosas, sin perder su cara de juez.

Y la bestia de su mujer que parte a media noche para ir a buscarle, el diablo sabe dónde... ¡Una brisa tan hermosa! ¡Perder una brisa tan hermosa! repetía en tono desgarrador mirando un ligero catavientos colocado en los obenques, y que por la dirección que le daba el viento anunciaba una fuerte brisa del NO . Es preciso estar tan loco como el hombre que pone el dedo entre el cable y el escobén.

Conoció al conde cuando éste acababa de perder a sus padres; se dejó abrazar varias veces en la penumbra de un pasillo, negándole siempre otros favores; y un día, entre los enojos de una sesión de celos y las alegrías de una reconciliación, hizo que su madre dijese al muchacho: «Pronto nos darán Vds. un buen díaPoco después de la boda el conde tiró por un lado, la mujer por otro, y hoy viven en la mejor armonía, ella disponiendo sus martes, y él amueblando casa distinta cada año a una traviata de moda.

Pero entre Bismark y Napoleón III lo echaron todo a perder, pues por causa de estos dos personajes sobrevino la guerra de 1870, que tantas esperanzas había de segar en flor. Fenelón, que era hombre bonísimo y de inteligencia mercantil, tenía el defecto del chauvinisme. Empuñó las armas, se agregó a un cuerpo de ejército, y a los primeros disparos, los prusianos le dejaron seco.

¿Quién podía sospechar que en aquellas cartas se agitasen las parcialidades de la corte? En aquellos tiempos y aun en otros, los conventos de monjas venían á ser para los conspiradores lo que un arroyo ó un río para el que quiere hacer perder las huellas de su paso á quien le sigue. De modo que una abadesa de monjas en el siglo XVII, solia ser un personaje importantísimo.

Yo no duermo nada, y sin embargo... Pero es preciso vigilar más todavía y no perder de vista ni un momento a mi mujer, a mi tía, a Papitos... Esta condenada Papitos es la que abre la puerta, y yo la voy a reventar». Fortunata creyó al fin que convenía hacer que despertaba.

En fin, tal vez lograríamos así que no apareciese España á los ojos de los yankees como un tirano difunto, en el que se pueden cebar sin gran peligro, ó como un tirano cachazudo y sufrido, semejante á los tiranos de las tragedias de Alfieri, que están, durante los cinco actos, oyendo y aguantando las más desaforadas desvergüenzas, si bien acaban por perder los estribos y por hacer una barrabasada.

10 Y haré perder de entre ellos voz de gozo y voz de alegría, voz de desposado y voz de desposada, voz de muelas, y luz de candil. 11 Y toda esta tierra será puesta en soledad, en espanto; y servirán estos gentiles al rey de Babilonia setenta años.