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Yo eludí como pude el compromiso de pasear por la verga, y le expliqué con la mayor cortesía que hallándome al servicio de D. Alonso Gutiérrez de Cisniega, había venido a bordo en su compañía. Tres o cuatro marineros, amigos de mi simpático tío, quisieron maltratarme, por lo que resolví alejarme de tan distinguida sociedad, y me marché a la cámara en busca de mi amo.

Personas de todas edades y condiciones, cuanta gente volvía de pasear ó de la novena, se plantaba al pie del balcón hasta que nosotros nos retirábamos.... Y vea usted, qué demonio: en cuanto llegó á hacerse de moda en aquella calle la reunión del pueblo, nos prohibió tocar el señor Corregidor. Yo no qué se corría entonces por la ciudad sobre francmasonería.

Sea que hubiese gastado en menos de tres años toda su energía, sea que la vida fácil de París le retuviera con un atractivo irresistible, es lo cierto que durante diez años su único trabajo fue pasear sus caballos por el Bosque y exhibir sus guantes amarillos en el foyer de la Opera.

Con la misteriosa fuga de Margarita él quedaba solo, en una soledad que le inspiraba remordimientos. Aquella tarde, al pasear por los bulevares, había tropezado con un amigo algo entrado en años, un consocio del Círculo de esgrima frecuentado por él. Era el primero que encontraba desde el principio de la guerra, y juntos pasaron revista á todos los compañeros incorporados al ejército.

Y su cabeza se inclinó sobre la del gitano, y sus bocas se oprimieron. ¡Oh! ven la dijo levantándola dulcemente , ven a pasear bajo esos viejos naranjos y a respirar su perfume... ¡Mira!

Su primer pensamiento, al levantarse, fue irle a pasear la calle a la doncella. Consideró que las personas que venían todos los días a dar el pésame por la muerte de don Íñigo le ocuparían la tarde. Era menester escapar. A la una comenzó a engalanarse.

¡Torna! dijo Bermúdez, parándose delante de ella : ¿habías vuelto a salir? ¿Vuelto? repitió Nieves muy azorada . ... no... Vengo ahora, papá. ¿De dónde, hija? Pues de pasear... ¿Desde que yo te dejé?... Desde que me dejaste. Cabal. ¡Canástoles con el paseo! Pues ¿hasta dónde has llegado?

Era una de esas deliciosas tardes de enero, en que el sol se oculta entre nubes que lo aplacan tras un día templado y en que el ambiente del campo parece que se empapa con las emanaciones de las flores silvestres y de los pastos olorosos, y en que hasta los ganados se entregan al placer de pasear por los potreros, recorriéndolos al acaso.

¡Qué triunfo dar con ella la vuelta a la plazuela, cordialmente saludados por todo el mundo; pasear su sencillo traje negro con tanto orgullo como sus galones de oro; sentir su brazo estremecerse sobre el suyo y envolverla en esa tierna mirada de los hijos que hace fundirse el corazón de las madres!... ¡Querida tía Liette! Ninguna imagen la borraría jamás.

Apeló entonces a los medios que suelen emplear los tenorios callejeros; sobornó a la portera y pudo cerciorarse de que su madrastra habitaba allí en efecto hacía tres meses; pero su hermana había ido a pasar una temporada al campo con unos amigos por no encontrarse bien de salud. Renunció por entonces a pasear la calle aguardando su regreso. Y al cabo de algún tiempo sucedió lo que vamos a ver.