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Pues señor ¡que vendrá!... En mi casa, señor Foja, una ligera insinuación mía es un decreto sancionado.... Y don Víctor se fue a casa maldiciendo de la hora en que se le había ocurrido asistir a la Junta. «¿Por qué habría ofrecido él lo que no había de cumplir?». «Sin embargo, la palabra era palabra». Tiempo hacía que Quintanar no leía a Kempis, ni pensaba ya en el infierno con horror.

5 Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan como asistente. 6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron un hombre sabio, falso profeta, judío, llamado Barjesús; 7 el cual estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la Palabra de Dios.

Floristán, joven disipado, está próximo á casarse por mandato de sus padres con la italiana Orfea. Preséntase entonces una dama valenciana, llamada Serafina, á quien él había dado antes palabra de casamiento; despierta su antigua pasión, y lo impulsa á asesinar á su esposa.

Déseles el uso de la palabra: en primer lugar, necesitarán una academia para que se atribuya el derecho de decirles que tal o cual vocablo no debe significar lo que ellos quieren, sino cualquiera otra cosa; necesitarán sabios, por consiguiente, que se ocupen toda una larga vida en el hablar de cómo se ha de hablar; necesitarán escritores que hagan macitos de papeles encuadernados, que llamarán libros, para decir sus opiniones a los demás, a quienes creen que importan.

¡Ellas podrán no saber leer ni escribir, podrán ignorar las sutilezas del espíritu y aun hasta la existencia de la palabra psicología, pero nadie las sobrepasará en el arte difícil de conocer una flaqueza humana y de saber aprovechar y explotar su conocimiento!

El trabajo de velar por los intereses de la religión, de mantener viva en aquel pueblo la antorcha de la fe, que era para él antes un manantial de puros goces, se le hizo molestísimo, odioso; se convirtió en un tormento. ¿Con qué derecho subía a la cátedra del Espíritu Santo a exponer la divina palabra, o escuchaba en el confesonario los pecados del creyente, o elevaba en el altar la sagrada Hostia, él, que dudaba si las palabras del Evangelio fueron o no pronunciadas por Jesús, si la confesión auricular era ley divina o una institución creada en interés de la hierocracia, si el sacramento de la Eucaristía encerraba una verdad sublime o era una reminiscencia de los símbolos y misterios de las religiones del Oriente?

¿Es falso que entró usted en la habitación de mi amo diciendo: «¡Padre, aquí me tiene usted!», y que mi amo, sin contestar palabra, se levantó de la silla, la cogió a usted por un brazo y la puso de patitas fuera del gabinete? ¡Mentira!... Esa mujer está loca... Por salvar a su amo inventa una calumnia.

En resolución, los que subieron se dieron tan buena maña que en un momento bajaron con Agi Morato, trayéndole atadas las manos y puesto un pañizuelo en la boca, que no le dejaba hablar palabra, amenazándole que el hablarla le había de costar la vida. Cuando su hija le vio, se cubrió los ojos por no verle, y su padre quedó espantado, ignorando cuán de su voluntad se había puesto en nuestras manos.

8 Y volvió el rey del huerto del palacio al aposento del banquete del vino, y Amán había caído sobre el lecho en que estaba Ester. Cuando esta palabra salió de la boca del rey, el rostro de Amán fue cubierto.

Estar pensando constantemente en que nos hieren. Ver enemigos en todas partes. Sentir una mirada como la hoja de un puñal en el corazón. Escuchar una palabra y darle un millón de vueltas en la cabeza hasta marearse y ponerse enferma.