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Entró una señora principal que le llamó ingrato... La señora se reía de ... ¡Qué hora, Dios mío, qué hora!... La señora dijo que yo era la más piadosa y devota señorita de todo Cádiz, y luego me rogó que encomendase a lord Gray a Dios en mis oraciones... La vergüenza me inflamaba, y busqué un cuchillo para matarme... Después...

Cuando el cura subía la escalera para podar sus perales y sus parras, por encima de la pared divisaba las tumbas sobre las que había dicho las últimas oraciones y echado las primeras paladas de tierra.

14 Que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria. 15 Por lo cual también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y la caridad para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,

Había pasado la vida en su casa de Vd. y en el Seminario, no había visto ni tratado más que a mis compañeros y maestros; nada conocía del mundo sino por especulación y teoría; y de pronto, aunque sea en un lugar, me veo lanzado en medio del mundo, y distraído de mis estudios, meditaciones y oraciones por mil objetos profanos. 20 de Abril.

Los confesores le encargaban que rogase a Dios en sus oraciones por el triunfo de la Iglesia y la confusión y arrepentimiento de sus enemigos; las amigas y compañeras de cofradía la solicitaban para que hiciese con ellas novenas de desagravio a la Virgen; en no pocas ocasiones le pidieron limosna para algún sacerdote que yacía en la miseria, y otras veces para las infelices monjas de algún convento arrojadas de él cruelmente para transformarlo en cuartel.

También llegaron a nosotros las oraciones fúnebres que en tal ocasión pronunciaron los más famosos predicadores del tiempo. El cortejo fué llevado por la calle de Cantarranas para que Marcela pudiera verlo desde su convento.

Las mismas escenas se repetian, como es sabido, en un espacio de mas de trescientas leguas, sin que nadie faltase á las cinco oraciones al dia que manda Mahoma.

¿Qué vamos á poner? contestó el P. Sibyla. El General pondrá lo que guste, pero nosotros, religiosos, sacerdotes... ¡Bah! interrumpió Simoun con ironía; usted y el P. Irene pagarán con actos de caridad, oraciones, virtudes, ¿eh?

No se puede ver mayor humiliacion del ánimo delante del Señor: qué súplicas y oraciones tan fervorosas, qué lágrimas, qué esperanzas y sumisiones, qué reconocimiento del supremo dominio de Dios sobre las criaturas no se descubren en el culto y adoraciones del templo.

37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años, que no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. 38 Y ésta, sobreviniendo en la misma hora, juntamente confesaba al Señor, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. 40 Y el niño crecía, y era confortado del Espíritu, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.