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¡Es preciso no olvidar las impresiones de terror o de piedad que agitaron las entrañas de las mujeres romanas, durante el tiempo que llevaron en ellas a aquellos hombres! ¡Es preciso calcular cuan amargada sería por las lágrimas la leche de que mi madre misma me nutría, mientras la familia sufría un prolongado cautiverio del que sólo la muerte debía librarla, mientras el esposo adorado estaba sobre las gradas del cadalso y ella permanecía encerrada en su desierta casa, guardada por los feroces soldados que espiaban sus lágrimas considerando su cariño como un crimen e insultando su dolor!

El señor Vicente irritábase contra esta imposibilidad de olvidar por unos instantes los asuntos del alma y las grandezas del cielo. Dicen que pienso demasiado, señor de Maltrana, y tal vez tengan razón. Hay noches en que la cabeza parece que me hierve, y no puedo dormir. El Malo me martiriza con imágenes infames.

En las circunstancias dolorosas para mi madre y para otros varios miembros de la familia, la señorita de Orleans nos había favorecido con cariñosa solicitud y con una generosidad sin límites: yo no podía ni puedo olvidar los bienes recibidos de esta augusta familia, y mi marido y mi hijo ignoraban estos transportes íntimos que yo no podía tampoco confiarles. ¡Júzguese de mi asombro y de mi aflicción, al considerar que esta excelente princesa pudiese atribuir mejor que a un error, a ingratitud u olvido, una ofensa al nombre de su casa salida de la mano de mi hijo!

En casi todas sus poesías se encuentran excrecencias deplorables de mal gusto, al lado de muchas bellezas de primer orden deslustradas por el estilo culto, pero de tanto valor, que casi nos hacen olvidar sus defectos.

No es posible apartar los ojos de la blanca franja que lleva disueltos los mil colores del prisma; una calma deliciosa; una quieta suavidad que aferra, al punto que lo hace olvidar de todo. La óptica produce aquí un fenómeno puramente musical, la atracción, el olvido de las cosas inmediatas de la vida, el tenue empuje hacia las fantasías interminables.

Desde la noche a la aurora, En este jardín hermoso Pasábamos el gozoso Tiempo que agora nos falta, Porque la gloria más alta Tiene su fin más dudoso. Mas ya estaréis, por ventura, Destos tiempos olvidada, Porque la gloria pasada Poco en la memoria dura De quien olvidar procura Para vivir sin tormento.

No debemos olvidar que tiene vida propia y sagrada, sus funciones enteramente independientes para la salvación del planeta: él contribuye poderosamente á crear la armonía, al mismo tiempo que asegura su conservación y la salubridad. Y todo esto efectuábase tal vez por millones de siglos, antes de que el hombre naciera. La Naturaleza pasábase á maravilla de él y de su sabiduría.

¡Caballero!... repuso, examinándome de pies a cabeza: no hay circunstancias que obliguen a olvidar sus deberes a las personas religiosas y bien educadas. Con religión y principios, no existen matrimonios desproporcionados ni peligros de ninguna clase; esté usted seguro de ello. Opino como usted, señora. Llegamos al hotel.

Pero yo no puedo olvidar. Debemos olvidar; y si no podemos olvidar, debemos parecer como que hemos olvidado dice la hermana, con unción monjil y acento de nostalgia, como dando a entender que, a pesar de todo, no ha olvidado. ¡Qué había de olvidar la triste Felicita! Sobre todo, el señor Colignon refresca la memoria y conturba el pecho de la hermana de los Dolores.

»Carlos, por el contrario, aunque herido por golpe tan terrible, había redoblado sus cuidados y su amor para hacerme olvidar.