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Antes de pasar, expuestas ya las dos observaciones anteriores, al examen sumario de los dramas de Calderón, declararemos, movidos por nuestro convencimiento más íntimo, que, al echar una ojeada general en el mundo maravilloso de poesía, encerrado en sus obras, desaparecen esas debilidades escasas del autor, que la crítica no debe callar, desvaneciéndolas la grandeza del talento poético, que predomina en sus creaciones, y no dejando en nuestra alma otro sentimiento que el de la gratitud y la admiración hacia ese maestro casi divino, por los innumerables placeres que nos ha proporcionado.

Siempre he abundado en la idea de que se hacen generalmente las cosas al revés: el souvenir es una idea inversa; en este sentido nunca he escrito para . Continuemos echando una ojeada sobre los que escriben para . El que escribe un memorial escribe sin duda para .

El espíritu humano no se examina á mismo hasta que llega á mucho desarrollo: entonces, á la primera ojeada ve en un conjunto de sensaciones, ideas, juicios, afecciones de mil clases, y todo enlazado de una manera inextricable.

De una ojeada, a la luz de la vela que traía la joven que nos abrió la puerta, aprecié lo que encerraba: algunos muebles vetustos; sillas seculares de alto respaldar y garras de león, resto de antiguos esplendores domésticos; dos rinconeras con sus nichos de hoja de lata; un sofá tapizado de cerda.

Basta, sin embargo, echar una ojeada sobre las obras de los dos escritores más célebres de su siglo, para convencerse de la falta de fundamento de tales sospechas, que argüirían celos ó envidia de cualquiera de ellos respecto del otro.

Con todo esta y lo receloso que él había quedado, y, para ayuda de males, con el poco disimulo de Catana al servirnos, el pobre hombre se puso en ascuas y pregunta va y zancadilla viene, y ojeada a Catana y ojeada a . Se acabó aquello, yo no cómo, y empezó otra indagatoria en el saloncillo... hasta que se cansó, poco antes de llegar don Claudio.

Su primera ojeada era todo un examen. Me envolvía en aquella amplia y deslumbradora mirada que quería sondear mi conciencia y reconocer en el fondo de mi corazón las tempestades formadas o resignadas desde el día anterior. Su primera frase era una interrogación: «¿Cómo le va a ustedAquel ¿Cómo le va a usted? significaba: «¿Es usted más razonable

Amaury, a la primera ojeada, detalló todas las ventajas físicas de su compañero en diplomacia. Ambos jóvenes, cuando el conde de Mengis pronunció sus nombres, se saludaron fríamente; pero como para ciertas personas, la frialdad es uno de los elementos de los buenos modales, el conde no observó ese desvío que su sobrino y Amaury se manifestaban, al parecer por instinto, el uno al otro.

El único que no fumaba era un cura, de piel lechosa, nariz colgante, ojos tiernos y postura de feto, todo encogido. Este cura, don Cebrián Chapaprieta, era quien decía la misa particular para la duquesa y sus criados. Mi padre estaba magnífico. Si un forastero entra de pronto en el salón, dice a la primera ojeada: aquí hay una gran señora y un gran señor. El gran señor, mi padre, naturalmente.

Si intentamos ahora echar una ojeada á las comedias examinadas, y distinguir con claridad su carácter é índole, á fin de conocer la forma que va adoptando el drama nacional español, convendremos en que la intriga es el móvil principal del interés dramático, y que los caracteres sólo contribuyen al desarrollo de ella.