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Al llegar a la entrada de la ciudad, la cigarrera se volvió y midió a Borrén con despreciativa ojeada de pies a cabeza. ¿Se le ocurre a usted alguna cosa? preguntó él medio desvanecido aún, con ronquera que rayaba en afonía. Nada respondió ella bruscamente. Y después, fijando en los de Borrén sus ojuelos verdes : Don Enrique añadió , ¿sabe usted lo que venía pensando? Diga usted....

A veces la misma naturaleza de las cosas sobre las cuales se suscita la cuestion indica la imposibilidad de resolverla. Para esto es necesario abarcar de una ojeada los datos que se han menester, conociendo la falta de los que no existen.

Poco después de cesar este desorden se tranquiliza nuestro intruso, echa una ojeada á la cazuela, pasa revista á cuantos la llenan, siente repentina inclinación por alguna que le agrada, y comienza á manifestárselo por señas. Pero ¡buen amigo! si al teatro no habéis ido á ver la cazuela, sino la comedia. Las cuatro han dado ya, y todavía no ha comenzado la función.

Si es nada más que un socorro...». Miquis, turbado hasta lo sumo, aprecio con rápida ojeada interior su situación. ¡Se había casado seis días antes, estaba en la luna de miel!... ¡Ser traidor a su joven y amable esposa! «No, no, no», gritó para , y luego, en voz alta: «Pobre mujer, criminal o desgraciada, noble, plebeya o lo que seas, yo no te puedo amparar... Busca en otra parte...

Atarugose un poco don Santiago con la observación de la marquesa, y miró hacia su mujer, la cual le socorrió con una ojeada que quería significar: «¡Ahí le duele a la bribona!... ¡Duro en ellaPor fortuna, no era tan áspero de veta el uno como la otra, y esto libró allí a la elegante dama de que la pusieran entre los dos para pelar.

Se cruzó con el hombre «fúnebre y misterioso», su vecino de camarote, vestido de luto como siempre y con el rostro cuidadosamente afeitado. Apenas dobló su digna tiesura con una ligera inclinación de cabeza. Luego envolvió a Maltrana en una ojeada fugaz de sus pupilas azules y duras, y siguió adelante, contestando con voz seca: «Bonjour, monsieur».

Pero una ojeada á la arboleda, sobre cuyo ramaje asomaban los torreones del castillo, finalizó sus dudas. No, no... «Hay que terminar lo que se empiezaSe presentaban los últimos grupos de dragones saliendo á la carretera por diversos puntos del bosque. Llevaban sus caballos al paso, como si les doliese este retroceso.

El comisario los registraba uno por uno, abría los cajones de los muebles, ninguno de los cuales estaba cerrado con llave, y después de echar una ojeada a los objetos de elegancia femenina de que estaban llenos, los volvía a cerrar.

Tragomer echó en torno una rápida ojeada y vió en el mar la lancha que traía á Jacobo la salvación y detrás, en las rocas, la fuerza armada pronta á todas las violencias para recobrar al preso. La barca estaba separada de la punta de coral por unos mil doscientos metros. La elección no era dudosa.

No obstante, leemos en alguna obra lo siguiente, acerca de esta cuestión: «Las comedias divinas se dividían, desde Lope de Vega, en Vidas de santos y Autos sacramentalesIndudablemente proviene todo esto de varios pasajes de la obra de Bouterweck, cuando hubiese bastado echar una ojeada rápida á las fuentes del teatro español, para no incurrir en tan extraño error.