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Unos milímetros menos, y se perdían en el agua lóbrega poblada de caimanes.... ¡Que Dios protegiese á los valientes que se quedaban en tierra! Cuando las luces del puerto empezaron á borrarse en la obscuridad, Jaramillo, considerándose seguro, empezó á formular sus protestas.

Confusamente pudo columbrar unos brazos que oprimían a la dama la cintura; ella forcejeaba por desasirse. «¿Quién era?». Imposible distinguirlo; parecía alta, bien formada; lo mismo podía ser Obdulia que la Regenta. «¡Es decir, la Regenta no podía ser; no faltaba más! ¿Y el de los brazos? ¿quién era? ¿por qué no salía al balcón?». De Pas estaba seguro de no ser visto, en completa obscuridad, en un portal de enfrente.

Cierto que las cosas no son ni valen nada, porque no son Dios; pero, sin duda, son algo por el ser que Dios les da, y este es otro misterio, cuya obscuridad tenebrosa no hay ni habrá nunca mente de hombre nacido que ponga en claro.

Los zapatos colocados ante una de las puertas resbalaron con leve chirrido. Ferragut percibió una vaga impresión de aire que se desplaza con el lento avance de un cuerpo. Se movió la puerta; la silla retrocedió poco á poco, suavemente empujada. En la obscuridad fué marcándose una sombra móvil, mucho más negra y densa. El hizo un movimiento.

Nunca había visto Lázaro una cabellera igual: parecía en la obscuridad de la noche una toca negra que descendía hasta la cintura. Mientras hablaba, la santa solía apartarse á un lado y otro de la frente las dos ramas principales de aquel encanto, que nació en aquella noche en el calor de una confidencia apenas intentada.

Después de haber andado unos cincuenta pasos, me detuve, y me volví; ella no podía verme, yo estaba en completa obscuridad; pero yo la veía, que permanecía allí, inmóvil, con los hombros y los brazos desnudos bajo la lluvia, mirando hacia el lado por donde yo había partido. Quizá soy un loco al pensar que... Tal vez era sólo un sentimiento de compasión.

En seguida se durmió, pensando que ya había deliberado bastante consigo mismo. Pero, cuando despertó en la obscuridad de la mañana apacible, encontró que le era imposible recordar sus ideas de la noche precedente. Se hubiera dicho que estaban en exceso fatigadas y no podían volver a ser reanimadas para un nuevo trabajo.

El criado se aleja de allí mientras tanto, y Don Gabriel le sigue, ya excitado por la curiosidad, ya para no perder ciertos recuerdos de una de sus anteriores damas guardados en su equipaje; de repente se ve solo en la obscuridad, porque, sin notarlo, ha llegado, en persecución de su ladrón y atraído por él, á un aposento del castillo, y encuentra cerradas las puertas á su rededor, pero no permanece mucho tiempo en este estado, porque su servidor, el gracioso, se descuelga con una cuerda por la chimenea; en una palabra, el caballero extraviado ha caído en un castillo encantado.

»Y me aterré más todavía; y cuando Luz, pareciéndole siglos los instantes que yo tardaba en responderla, me dijo, con la voz de su angustia desesperada: «¡Habla, aunque sea para acabarme de matar!, yo enmudecí y bajé la cabeza, cerrando los ojos. Quería ocultarme en aquella ilusoria obscuridad, ya que el suelo no se abría bajo mis pies para devorarme.

Luego, trompicando en la obscuridad con los muebles y las paredes se dirigió al cuarto de su hermana. Se hallaba en tinieblas. Vaciló un instante en llamar: mas de repente se le ocurrió seguir adelante pensando que Ventura no podía delinquir tan cerca de ella y las niñas. A los pocos pasos, al revolver la esquina de un pasillo vió claridad. Corrió hacia ella.