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REY. El Conde Merece que yo le tenga Por padre; pero también Es justo que el Conde advierta Que ha de estar a mi justicia Obligado de manera Que no me ha de replicar. CONDE. Pues la piedad, ¿es bajeza? REY. Cuando pierde de su punto La justicia, no se acierta En admitir la piedad: Divinas y humanas letras Dan ejemplos.

Creció la edad, y con ella el amor de entrambos, que al padre de Luscinda le pareció que por buenos respetos estaba obligado a negarme la entrada de su casa, casi imitando en esto a los padres de aquella Tisbe tan decantada de los poetas.

Aficionado y obligado Montaner, aunque enemigo de tanto valor, detuvo los soldados que le tiraban y procuraban matar, y con mucha cortesía le pidió que se diese á prision.

Pero sobrado le cuesta al que, como , se acuesta como braquillo, con frenoEn la imprenta de Francisco Martínez. Porque es de notar que el hacer sudar las manos, enguantándolas, solía ser obligado complemento del untarlas.

No cabía duda de que era él el pretendiente preferido, y era esto tan evidente que el pobre chico no sabía ni lo que le pasaba, y si le hubiesen obligado a decir lo que sentía, habría confesado que siete meses de desdenes no le habían atormentado tanto como aquellas dos veladas de favor.

»Con esto y lo que se adivina, ya sabe usted de Villavieja casi tanto como su muy obligado y afectísimo amigo q. l. b. l. m. Quince días después

Preguntándole el Capitán Sayavedra cómo, estando en aquella prisión, estaba con tan buen ánimo, le respondió: «Señor Capitán, llore quien se ha perdido mal, que yo, si he perdido la libertad, he conservado la honra, habiendo hecho en esta jornada lo que era obligado á Dios y á mi Rey, y como hombre he de pasar las adversidades y trances de fortuna

Consistía este en el trabajo á que estaba obligado el indígena durante cuarenta días al año, á prestar en las obras públicas del pueblo de su vecindad ó de la provincia, según los casos; siendo potestativo el redimirse de aquella obligación mediante el pago de tres pesos, á cuya exacción se la distinguía con el nombre de polos, así como se entendía por fallas, la que se satisfacía, digámoslo así, al detalle por el tributante no redimido y por el día ó días que dejaba de concurrir al trabajo que se le señalaba; reducíase este impuesto al pago de doce cuartos por día.

A esta simpática república presta preferentísima atención el autor: no sólo se ocupa de su historia, describe a su capital, sino que pinta a la sociedad bogotana, sin olvidar como lo ha dicho M. Groussac el obligado párrafo sobre el Tequendama.

Era un joven de rostro en extremo inteligente, en demasía inteligente, de largos cabellos de poeta y de manos finas. Hablaba con mucho trabajo, como si se viera obligado a vencer, a cada palabra, la resistencia encarnizada del aire. En su dulce voz se adivinaba el sufrimiento: Es muy triste todo esto dijo a Karaulova . La comprendo a usted y la miro con simpatía.