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Voy a decir algo de mi señorita, de su novio, de sus amores, de su proyectado enlace y... ¡ay!, aquí mis recuerdos toman un tinte melancólico, evocando en mi fantasía imágenes importunas y exóticas como si vinieran de otro mundo, despertando en mi cansado pecho sensaciones que, a decir verdad, ignoro si traen a mi espíritu alegría o tristeza.

Por entre el ramaje y el hierro de las verjas veíase la blancura del mármol de los panteones. El brazo de la muchacha se estremeció de inquietud, apretando el de su novio. ¡Tonta! exclamó Maltrana . ¡Si esto es un jardín!

, ; lo tiene usted..., pero don Tristán, es usted demasiado tristón para ella... Esa niña merecía un marido más alegre..., así como yo, por ejemplo... Tristán se puso pálido repentinamente. Las señoras, aunque no podían adivinar todo el efecto que tales palabras debían producir en el novio, comprendieron que aquel chico se estaba volviendo asaz insolente.

Un mes más tarde, se casó la señora de Galba, con sorpresa general. El afortunado novio era un tal Roberto, coronel elegido recientemente para representar el condado de Calaveras en el consejo legislativo.

Bien sabe usted á quien aludo dijo Claudio, dándole una palmada en el hombro con llaneza y confianza; pero como usted está tan orgulloso con ser novio de esa joven, se da usted ese tono. ¡Oh! no replicó el sobrino de Coletilla avergonzado. La verdad es que no quién es esa persona que usted dice.

O se paraban en la calle las gentes, a ver pasar a los dos recién casados, con la túnica del novio cosida a la de la novia, como para pregonar que estaban juntos en el mundo hasta la muerte; y detrás les corría un chiquitín, arrastrando su carro de juguete.

ELSA. Te ha suplicado que consientas en nuestro matrimonio, mientras que , con la crueldad de un hombre obcecado... EL CONDE. Puedes no medir demasiado tus palabras, Elsa; no tienes que violentarte con tu viejo padre. El propio emperador te apoya, sus garras mantienen mi cabeza humillada, su pico ha peinado esta mañana mis cabellos blancos para la acogida del novio.

Y si me gustaba ya como novio, ¿era porque él se lo merece o porque en el pueblo no había yo visto a otros hombres que se lo mereciesen más? ¿No podrá acontecer que ahora poetice yo a Paco en mi recuerdo, y que le halle, cuando le vea, muy por bajo del recuerdo mismo? En su propia alma, ¿no puede darse un fenómeno semejante?

Pues á su novio, el nieto del tío Tomba. ¡Vaya un acomodo! Y las treinta bocas crueles empezaron á reir como si mordieran; no porque encontrasen gran chiste á la cosa, sino por abrumar á la hija del odiado Batiste. ¡La «Pastora»!... dijeron algunas . ¡La «Divina Pastora»!... Roseta alzó los hombros con expresión de indiferencia. Esperaba este apodo.

Y Amparito no pensaba esto mismo que suponía el antiguo novio, era algo parecido lo que expresaban sus miradas fieras y sus gestos desdeñosos para espantar a aquel moscardón molesto, que no la dejaba «ni a sol ni a sombra». ¿Y aún seguía allí, tieso como un poste, importunándola con sus miraditas? ¿No tenía bastante con tantos desdenes? Pues ahora verás.