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La noche era buena; noche de verano, con estrellas a granel y un vientecillo fresco algo irregular, que tan pronto hinchaba la gran vela latina, hasta hacer gemir el mástil, como cesaba de soplar, cayendo desmayada la inmensa lona con ruidoso aleteo.

Inmóviles en los canales flamencos de aguas negras y burbujeantes, había descendido hasta sus dormidas cubiertas la melodía cristalina del carillón perdido en el misterio de la noche. Grandes puentes giratorios se habían abierto ante ellos, repeliendo las masas de gentío y de carretones, para darles paso en los ríos navegables de Holanda.

Cuando la sangre española se renueve con la sábia de una civilizacion mas culta, habrá perdido, es cierto, mucho de su originalidad típica, pero habrá ganado inmensamente en grandeza y gloria, progreso y bienestar. Al volver por la noche de Aranjuez á Madrid, yo iba con mi fino compañero en un wagon pleno. Los otros seis sujetos me habian sido desconocidos ántes de aquel dia.

La noche anterior había hecho Currita un escrupuloso escrutinio en sus papeles, quitando de en medio lo que podía comprometerla, y poniendo bien a la vista lo que favorecía sus planes; excusado es decir que la carta de la reina Isabel quedó en puesto tan visible, que presto pudo dar con ella el jefe de orden público.

Entonces, si el que llega mojado de la lluvia o transido de frío, ya de la calle, ya del campo, alza los ojos al cielo para darle gracias por hallarse tan bien, se halla mucho mejor y tiene que reiterar las gracias, al descubrir aquella densa constelación de chorizos y de morcillas, cuyo aroma trasciende y desciende a las narices, penetra en el estómago y despierta o resucita el apetito. ¡Cuántas veces le he saciado yo, estando de tertulia, por la noche, en torno de uno de estos hogares hospitalarios!

10 Entonces los hermanos, luego de noche, enviaron a Pablo y a Silas a Berea; los cuales habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. 12 Así que creyeron muchos de ellos; y mujeres griegas honestas, y no pocos hombres. 13 Cuando entendieron los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada la Palabra de Dios por Pablo, fueron allí, y también alborotaron al pueblo.

Oyola el cura, y, al mirarla, su vista se detuvo en la prenda que la muchacha tenía entre las manos: una bata de riquísimo raso de un rojo muy brillante, el mismo rojo que Lázaro había visto en el brazo que la noche pasada cerró la puerta donde Aldea era esperado. Su sorpresa fue inmensa. Su pensamiento se resistió a creer lo que los ojos le decían.

23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo, 24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado a todos los que navegan contigo. 25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho; 26 con todo, es necesario que demos en una isla.

Si bajaba agua de allá, la inundación sería cosa seria. Y los curiosos hacían esfuerzos al anochecer por adivinar el color de las aguas, temiendo verlas negruzcas, señal cierta de que venían de la otra provincia. Cerca de dos días duraba aquel diluvio. Cerró la noche y en la obscuridad sonaba lúgubre el mugido del río.

Este hallazgo nos alentó con la seguridad de que en Paris no nos moriríamos de hambre por falta de mesa, y resolvimos solemnizarlo yendo á un café cantante, desde las seis hasta las ocho de la noche, y al teatro de la Gran Opera, desde las ocho y media hasta las doce.