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Así sucede que cuando aparece una de esas obras aparatosas, enormes, enfáticas, envueltas de vaguedad y misterio, con aspiraciones simbólicas y místicas, como muchas de la escuela romántica pasada y casi todas las de los naturalistas, simbolistas y decadentistas modernos, el público se estremece, imagina que detrás de aquellas nieblas hay un inefable misterio, que se va á descubrir al fin y contemplar el eterno ideal, y corre afanoso á presenciar el milagro; pero ¡ay! no tarda en volver mustio y desengañado, porque detrás de tanto aparato no ha visto absolutamente nada.

Si se desea estar en un clima, al mismo tiempo que muy frio, lleno de nieblas y cerrazones, ó cubierto de esas nubes húmedas que se ven constantemente detenidas por la cordillera, no hay mas que encaminarse á Pelucho.

La predicción de don Sabas no tardó en cumplirse. Poco a poco fueron las nieblas encrespándose y difundiéndose, y con ello alterándose y modificándose los contornos de los islotes, muchos de los cuales llegaron a desaparecer bajo la ficticia inundación.

También flotaban sobre él las nieblas, como en el monte por donde habíamos subido, y también lo deploró Neluco, porque me impedían gozar del espectáculo admirable, que tanto me había ponderado Chisco a su modo. Pero ¿qué podía faltarme de ver en punto a panoramas, después de los que había visto con el Cura desde muy cerca de allí?

Lucían en tu espalda por entero tus cabellos, de un negro tenebroso, que tenían el brillo esplendoroso y cortantes de láminas de acero. En el salón, hundido en las tinieblas, había tonalidades misteriosas, cual de aguas tranquilas y azulosas cubiertas por las brumas y las nieblas. Tu hermosa cabellera me atraía con la fascinación negra y sombría de los ignotos bosques seculares,

Se hallaban los expedicionarios muy arriba en la montaña, por encima de la aldea y de la casa de «El Encinar». La luz grisácea del invierno dispersaba las nieblas matinales, y en los pliegues de la ladera se divisaba la silueta de varios cosacos mirando a lo lejos, con las pistolas en alto y aproximándose lentamente a la vieja alquería.

Muchas veces, en pleno invierno, se aligera el cielo, huyen las nieblas y queda el mar azul, admirable; pero nunca la playa de las Ánimas da una impresión de serenidad, de belleza, como en otoño, después de pasar las tormentas equinocciales.

Entonces habitaba más en mi cuarto; mis ojos, siempre despiertos, se ejercitaban en penetrar las nieblas de diciembre y las tupidas cortinas de lluvia que cubrían la campiña de un lato más sombrío que la escarcha. Cuando los árboles quedaban del todo despojados de sus hojas abarcaba yo mejor la extensión del parque.

Iba a contestarme cuando apareció al fin de la calle mi señor don Juan. Vióle la rubia y dió el grito de alarma: ¡Ahí viene papá! Y las muchachas echaron a correr. Despidióse el año, como suele despedirse en Villaverde y en la vecina Pluviosilla, con nieblas y brumas.

La luna iluminaba las ondas deliciosamente, produciendo admirables reflejos en la limpia estela del vapor. Pero la tierra estaba velada por las nieblas de la costa, y no fué posible verla sino en el momento de entrar al siguiente dia en el puerto de Tarragona. Centenares de presidiarios trabajaban allí en terminar el puerto con una gran muralla edificada entre las ondas.