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»Permaneció un instante en pie e inmóvil, y echando a andar de pronto, aquella débil enferma, que para ir de la cama a la butaca había necesitado ayuda de dos personas, avanzó con paso seguro, deslizándose sobre el pavimento como una sombra, sin buscar apoyo ni en la pared ni en los muebles.

14 No he comido de ello en mi luto, ni he sacado de ello [estando] en inmundicia, ni de ello he dado para mortuorio; he escuchado la voz del SE

Mario le contempló con la misma estupefacción, pero sin revelar que se hallase poco ni mucho admirado. Y es porque su espíritu aún no se hallaba maduro para las grandes concepciones científicas. Luego su suegro le llevó a la buhardilla, donde él había modelado en otro tiempo, y le mostró un verdadero laboratorio.

Fuera de aquí hace un calor de horno... ¡Ay, Tomasa!, ¡qué fuerte te veo! Tan delgada y tan ágil, te mantienes mejor que yo. No estás envuelta en grasa como este pecador, ni tienes dolencias que te amarguen las noches.

A usted ¿qué le parece? De perlas me pareció, y así se lo declaré a Neluco. Quedó él en convertir el plan en cosa hecha, y llegamos en esto a la alcoba de Chisco. El cual no estaba ya en ella ni en sus inmediaciones. Preguntando por él a Tona, supimos que andaba, buen rato hacía, arreglando el ganado. Bajamos a las cuadras y allí dimos con él.

Tristán, que le admiraba de corazón y estaba muy pagado de su predilección afectuosa, comenzó luego que se hubo emparejado con García a cantar sus alabanzas. ¡Qué poeta, amigo mío! ¡Qué fantasía! ¡Qué vena fácil, armoniosa, fresca! Jamás se han escrito en español ni imagino que en idioma alguno unos versos más melodiosos.

Yo pues os digo, No jureys en ninguna manera, ni por el cielo, porque es el throno de Dios: Ni por la tierra, porque es el eštrado de šus pies; ni por Ierušalem, porque es ciudad del Gran Rey. Ni por tu cabeça jurarás: porque no puedes hazer un cabello blanco o negro. Mas šea vueštro hablar, Si, ši: No, no: porque lo que es mas deešto, de mal procede.

Es mi deber... y me parece que será un deber muy dulce. ¿Y si él deja de amarte? No importa: seguiré amándole yo. Es mi deber. ¿Y si te engaña? ¡Ah! me moriré. Pero, a pesar de todo, no dejaré de amarle. Hemos perdido tres bazas gritó mi compañero. Estoy fallo a copas; lo indico claramente, y ni una sola vez lo ha tenido usted en cuenta. ¿Y qué importa?

No para qué están ahí los asilos de beneficencia dijo agriamente Sofía . Lee la estadística, Teodoro, léela, y verás el número de desdichados.... Lee la estadística.... Yo no leo la estadística, querida hermana, ni me hace falta para nada tu estadística. Buenos son los asilos; pero no, no bastan para resolver el gran problema que ofrece la orfandad.

que es exclamó Bonifacio, que se había puesto muy pálido y estaba pensando en lo que el cura de la montaña ni remotamente podía sospechar. Sin embargo, yo... no debo... así, en absoluto... omitir las circunstancias que explican, en cierto modo, la cosa.