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Paz, de rodillas, recogía monedas; Salomé, de rodillas, recogía también; pero la gruesa, con su pesada mano, no igualaba en presteza á la nerviosa, que iba más ligera y cogía dos piezas en lo que su tía atrapaba una. Salomé parecía una loca.

Beatriz, sin embargo, sostenida por el horror mismo de la tremenda crisis y por la excesiva tensión nerviosa, continuaba trabajando en su bordado con gran calma aparente, devolviendo a Pierrepont con su sonrisa habitual el saludo de éste. Hermoso día le dijo , ¿no es verdad? , un verdadero día de verano... Aprovechándolo, vamos a jugar Fabrice y yo un partido a la pistola.

Ir, como se hace, en veinte horas de París al Mediterráneo, atravesando un clima tan diverso cada sesenta minutos, es el colmo de la imprudencia para una persona nerviosa. Llega ésta ebria á Marsella; agitadísima, poseída del vértigo.

Era la primera vez que se encontraban juntos después del paso de la línea. Se adivinó en su nerviosa inquietud un deseo de huir, de restablecer la indiferencia que los había mantenido apartados. Intentó hablar Ojeda. Pasó una mano acariciante por la sedosa cabeza de Karl, pero apenas si éste se volvió a mirarle, ocupado como estaba en la contemplación del mar.

Al decir esto se ruborizó fuertemente debajo del embozo, y desprendiendo bruscamente su mano, siguió a su mamá que entraba en el carruaje. Pepa Frías había dicho a su hija: Mira, chica, cuando nos vayamos, deseo que Emilio me acompañe. Estoy nerviosa y no podría dormir si no le ajustase antes las cuentas. No quiero más escándalos, ¿sabes? Le voy a dirigir el ultimatum.

Recobró su asiento Nélida vibrante y nerviosa, golpeando con el abanico un brazo del sillón. ¡Ah, su madre! ¡Aquella mulata antipática, a la que en nada se parecía!

Versos a lo San Juan, como se decía ella, le salían a borbotones del alma, hechos de una pieza, sencillos, dulces y apasionados; y hablaba con la Virgen de aquella manera. Notaba Anita, excitada, nerviosa y sentía un dolor extraño en la cabeza al notarlo una misteriosa analogía entre los versos de San Juan y aquella fragancia del tomillo que ella pisaba al subir por el monte.

Y detrás de esta sonrisa quiso percibirse, allá en el fondo de la garganta, una risa apagada, nerviosa, amenazadora, como jamás tampoco había salido de su pecho. Todas las almas, hasta las más puras, se sienten acariciadas en algún instante de la vida por el crimen. La condesa sentía ahora sobre la frente su beso ardoroso, maldito.

¿Y qué saben? Saben que vengo á prenderos. ¿Que lo sabe todo el mundo? Mirad á aquella esquina . Montiño miró de una manera nerviosa. ¿No veis allí una silla de mano? ; , señor. Esa es la silla en que se os ha de llevar, y los que están alrededor ministros del tribunal; con que ni yo puedo remediarme con el dinero que vos me daríais, ni vos libraros con vuestro dinero.

Alzaba altivamente la frente, gritándole con arrogancia desesperada: ¡Pues bien! Yo le he matado... ¿Qué quieres? ¡Tu nombre de conciencia no me asusta! Eres apenas una perversión de la sensibilidad nerviosa. Puedo eliminarte con un poco de agua de azahar.