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Debajo de toda esta máquina se extendía en angosta superficie el seno de la dama, cuyas formas al exterior no podría apreciar en la época de nuestra historia el más experimentado geómetra, y más abajo la otra máquina de su talle y cuerpo, inaccesible también á la inducción; máquina que á fuerza de ataques nerviosos había llegado á la más completa morosidad. Cubríala un luengo traje negro.

Vió enfrente al príncipe, que parecía mucho más alto; vió el agujero negro de su arma, y sobre este agujero un ojo de glacial ferocidad escogiendo un punto en su persona para enviar la bala obediente. Y con una arrogancia maquinal giró sobre sus talones, para no permanecer de perfil, ofreciendo todo el ancho de su cuerpo. Los cuatro padrinos no vieron esto.

Ya lo ve usted, trabajando como un negro para los demás y teniendo miseria sobrada. ¿Sigue usted lavando? De algún modo se ha de ganar el pan... Pero es un endiablado oficio; estoy medio muerta de reumatismo... No ha tenido una buena suerte... No todos nacen con estrella, como el Príncipe y su mujer... Estos han hecho ya lo suyo y pueden ahora cruzarse de brazos.

En cuanto abrió la puerta de la torre y se encontró en la nave Norte de la iglesia, recobró la sonrisa inmóvil, habitual expresión de su rostro, cruzó las manos sobre el vientre, inclinó hacia delante un poco con cierta languidez entre mística y romántica la bien modelada cabeza, y más que anduvo se deslizó sobre el mármol del pavimento que figuraba juego de damas, blanco y negro.

Cuando la condesa entró en su boudoir, presentaba este un aspecto siniestro: la lámpara agonizaba en manos del negro, cuyos blancos dientes de marfil incrustado resaltaban en la oscuridad, como la sonrisa del genio del mal, complaciéndose en las tinieblas.

Emprendieron la retirada, marchando directamente en busca de la tapia. Isidro, al saltarla con la ayuda de sus compañeros, volvió a verse en el campo yermo y negro matizado de luces a lo lejos. Creyó otra vez que había soñado, que los árboles rumorosos y el fantástico jardín sólo habían existido en su imaginación.

Desde entonces ocupa aquel puesto, negro, flaco y desplumado, azotado por la lluvia y empujado por el viento, del que guarda siempre la cola. Ya no se llama Medio pollito, sino veleta; pero sépanse ustedes que allí está pagando sus culpas y pecados; su desobediencia, su orgullo y su maldad.

Apuró de nuevo el vaso, y el otro José admiraba igualmente su facundia y su receptividad de bebedor. Izquierdo soltó luego una risa sarcástica, prosiguiendo así: «Dicen que les van a traer a Alifonso... ¡Pa chasco! Por que lo traigan. A cuenta que es como si verídicamente trajeran al Terso. Es la que se dice: pa lo mismo es blanco que negro.

Clara estaba delante de su espejo, y se ocupaba en enredarse en la coronilla una gruesa trenza de pelo negro, recientemente tejida y terminada en la punta con un atadijo del mismo pelo y un lazo encarnado.

Allá van nuestros mostos blancos, fuertes, sensuales, apetecibles. Los tiñen de negro con singular maestría, los perfuman, los aderezan, los disponen con sugestivo bouquet, y nos los revenden con fe de bautismo de Burdeos ó de Borgoña... Total, seis botellas que vienen, representan el valor de una pipa que va. Ni más ni menos. Son gastos de nacionalización que nos cargan en cuenta.