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La elección de oficios o destinos que se les da a los muchachos, no es a la voluntad de sus padres, sino de los que los gobiernan o los necesitan; para la música elige el maestro de ella los que le parecen más a propósito; los curas emplean los que mejor les parece para acólitos y sirvientes suyos; lo mismo en los demás oficios y ocupaciones, sin que a sus padres les quede el arbitrio de repugnarlo.

¡Señor, ese changador es un canalla..., nos hemos peleado porque le cobré dinero, y ahora me sale con una pata de gallo!... ¡Está lindo lo que pasa! Los que dan caramayolé o la biaba son los ladrones de la clase más íntima, es la plebe del mundo lunfardo: ellos no necesitan para realizar sus empresas usar el mínimum de talento.

Los animales más sueltos de la tierra no podían compararse con ellos. Los pájaros necesitan posarse y descansar durante su sueño; el pez sigue flotando y moviéndose mientras duerme. El mundo entero les pertenecía.

Auenturas a que necesitan Muger, y Hijos, y el Amor natural; y q. disculpan tambien. Yo he llegado aquy a Sandinis muy malo, y tal que quedo con gran calentura.

Mas para esto hemos de convenir en que se necesitan dos cosas muy importantes: que tengamos confianza unos en otros, y que procuremos merecerla.

Considerando detenidamente la construcción moral de un gran pueblo, se puede observar que lo que se llama profesiones conocidas o carreras no es lo que sostiene la gran muchedumbre: descártense los abogados y los médicos, cuyo oficio es vivir de los disparates y excesos de los demás; los curas, que fundan su vida temporal sobre la espiritual de los fieles; los militares, que venden la suya con la expresa condición de matar a los otros; los comerciantes, que reducen hasta los sentimientos y pasiones a valores de bolsa; los nacidos propietarios, que viven de heredar; los artistas, únicos que dan trabajo por dinero, etc., y todavía quedará una multitud inmensa que no existirá de ninguna de esas cosas y que sin embargo existirá: su número en los pueblos grandes es crecido, y esta clase de gentes no pudieran sentar sus reales en ninguna otra parte; necesitan el ruido y el movimiento, y viven, como el pobre del Evangelio, de las migajas que caen de la mesa del rico.

¡Y nosotros obligados á servirles!... continuó gimiendo la mujer . Están locos: parecen otros hombres. Los soldados dicen que se marchan al amanecer. Hay una gran batalla, van á ganarla, pero todos necesitan pelear en ella... Mi pobre marido ya no puede más. Tantas humillaciones... Y mi hija... ¡mi hija!... Esta era su mayor preocupación.

Y comienza a atar y a desatar entre sus dedos nudosos el hilo de un saco de harina; después, cuando está bien convencido de que no lo necesitan, vuelve a hundirse en su rincón obscuro. El rostro de Martín está radiante. Tiene un gran corazón. ¡Veintiocho años a nuestro servicio, y siempre laborioso, siempre fiel a sus deberes! ¿Qué hace ahora? Martín no sabe qué contestar.

Desengáñese usted: la política es un oficio fastidioso, que sólo deben ejercer los que no tienen dinero ni posición, y necesitan adquirirlos ejerciéndole; pero yo, que tengo mi caudal, puedo y debo ser más útil a mi patria y a mismo cuidando ese caudal, mejorándole y aumentando así la riqueza pública, que no añadiendo un individuo más al número ya desmedido de los que se disputan las carteras, las plenipotencias y las direcciones generales.

Vive del sentimiento, ama la noche, y si los aromas fueran música, el jazmín seria el ruiseñor. Fijemos la vista en las gallardas peonías. No se necesitan ciertamente anteojos para verlas, según son de abultadas y presumidas.