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Vaya, y vuélvase a su casa, para que por ventura no muera en la batalla, y algún otro la disfrute. 7 ¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, para que por ventura no muera en la batalla, y algún otro la tome. 8 Y volverán los alcaldes a hablar al pueblo, y dirán: ¿Quién es hombre medroso y cobarde de corazón?

Pero el otro se aferraba a ella repitiendo sus preguntas y parándose a cada instante. «Pues mira le respondió al fin haciendo un gesto campechano . Hazte cuenta que se ha muerto... porque lo que yo te digo... ¿A ti qué más te da que viva o muera? ¿Para qué quieres mujer? Las mujeres no sirven más que para dar disgustos, chico. Ve aquí por lo que yo no he querido casarme nunca».

¿Y cree usted, santo de Dios, que no se me había ocurrido a ? ¿Piensa usted que no sueño todas las noches con un chiquillo que se me parezca, que no sea hijo de una bribona, que continúe el nombre de la casa..., que herede esto cuando yo me muera... y que se llame Pedro Moscoso, como yo?

Su feroz abuela, viniendo de la fila más presto de lo que él pensaba, le había sorprendido en plena zambra andaluza entonando con voz quejumbrosa una seguidilla gitana: «Cuando yo me muera mira que te encargo que con la trenza de tu pelo negro me ates las manos

El padre tenía vergüenza de que nadie, vivo él, llegase a adivinar su profano amor; pero de nadie tenía más vergüenza que de doña Luz. «Muera yo, Dios mío, muera yo decía , antes de que ella sepa que la he amado, que todavía la amo». Para lograr esto, el Padre empeñó consigo mismo la lucha más atroz.

Tan enfermo, que esta mañana, después de haber hecho testamento, me llamó y me dijo: Juan, es necesario que te vayas á Madrid en busca de tu tío Francisco, yo me muero; es necesario que antes de que yo muera reciba mi hermano esta carta, que he escrito con mucho trabajo esta noche. Y sacó de debajo de la almohada esta carta cerrada y sellada que me entregó.

El día en que caiga el duque de Lerma, ese joven será tu esposo: te prometo ser tu madrina. Más fácil es que el duque de Lerma muera en un patíbulo, lo que por desgracia no deja de ser dificilísimo, que el que yo sea esposa de ese joven. ¿Y por qué? Olvida vuestra majestad que mi padre, tratándose de mi enlace, no prescindirá jamás de su nobleza. Ese joven es hidalgo, según he entendido.

Te temo porque ignoro lo que ocultas, mi mente no lo alcanza, y temo al encontrarme entre tus brazos, rotos por los mundanales lazos, perder en ellos mi última esperanza. Temo que con mi cuerpo dolorido muera tambien mi idea; temo que el alma sea un sér fingido, que sólo polvo, como el cuerpo, sea.

¿Queréis entonces que me muera de hambre y sed? ¡Un centener de francos, mi buen señor L'Ambert! ¡Ni un solo céntimo! La Providencia te puso en mi camino para devolver a mi rostro su aspecto natural. Bebe agua, come pan seco, prívate de lo más necesario, muérete de hambre, si puedes; sólo a ese precio podré recobrar mis facciones y volveré a ser el mismo.

Don Matías le trataba familiarmente, como cuando se presentaba en el patio a recibir órdenes, y le veía niño, jugueteando en torno del imponente don Ramón. Todo cuanto tengo, para vosotros será. Remedios es un ángel, y el día que yo muera tendrá más que el pillo de mi hijo. Sólo te ruego que no te la lleves a Madrid: ya que abandona mi casa, al menos que la pueda ver todos los días.