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Quise engañar mi anhelo de maternidad cuidando á un infeliz que tal vez muera pronto, y este hijo afectivo me habla de amor. ¿Es que las mujeres no podemos conocer la tranquilidad y la confianza en que viven los hombres?... El príncipe la interrumpió con voz rencorosa. No lo veas: rompe con él; ciérrale tu puerta para siempre.

¿No queda ningún recurso, llave de los corazones? Ninguno, como no me muera. ¿Y qué va usted ganando? La satisfacción del deber cumplido. Es una hermosa curación; como ésa no se cuentan por docenas. Mi pobre amigo, dicen que usted hará carrera; yo me temo que no pasará de vegetar toda su vida. Las personas de talento son a veces bastante estúpidas. ¡Qué se le va a hacer!

¿Y lo eres también? dijo levantándose de la silla y viniendo a sentarse a su lado. ¿Yo? exclamó Reynoso pasándole el brazo por detrás de la cintura . ¡Yo estoy gozando de un cielo anticipado! Dios no tiene ya nada que darme cuando me muera. Porque me han dicho... me han dicho... que no te vas de buena gana a vivir a Madrid. Pues te han engañado.

Recibir cada día noticias de batallas sangrientas, en que se quedaba tendida la flor de la nobleza española, y decir á cada noticia, recibida en carta de mi padre: ¡De esta ha salido salvo!... pero ¡y de la siguiente! Esto es horrible, es una carcoma lenta que mata, ó la mujer que no muera en tal situación, no merece ser amada.

Á lo que viene V. es á insultarme. ¿Mato yo acaso á Clara? Lejos de el propósito de insultar á V. Sin querer, podría V. acaso matar á Clara, y esto es lo que vengo á evitar. Para ello estoy resuelto á apelar á todos los medios. ¿Me amenaza V.? No amenazo. Declaro mi pensamiento sin rebozo. ¿Y qué me toca hacer, según V., para evitar que Clara muera? Disuadirla de que sea monja.

¡Madre de mi alma! gritó la dama cayendo de rodillas deshecha en sollozos . ¡Yo no quiero que muera, no!... He sido muy mala ... pero siempre la he querido ... y la he respetado....

Que no te cases jamás con Demetria ni vuelvas siquiera á verla. Que todo eso suceda si llego á declarar tu nombre. La Pura vaciló todavía. Le parecían pequeños aquellos juramentos. Al fin encontró otro más terrible. ¡Que se os muera de la peste todo el ganado que tenéis en la cuadra! ¡Que se nos muera!

Por eso te desafío A ti, a tres, a seis, a doce, Y os reto como a villanos, Como a infames y traidores, De que no tenéis palabra Ni miráis obligaciones; Que no hay entre todos uno Que el amigo no deshonre. Dame mi esposa, Rodrigo, Si mis palabras te corren; Que no he de salir del campo Menos que muera o la cobre.

Por un amargo azar del destino cuando estoy a punto de dejar la vida es cuando encuentro los afectos que tan ardientemente he buscado; cuando encuentro a Blasillo, a Rosita y a usted... y a usted sobre todo que me haría creer hasta en la virtud... EL PUEBLO. ¡Muera el condenado! ¡El apóstata! ¡Ya tardan demasiado! EL VERDUGO. Señor gitano, el pueblo se impacienta.

»Ya que es necesario dijo suspirando, su salud antes que todo; que él viva aunque yo muera... Es demasiado cruel para conmigo... No es que yo le acuse; pero le amo tanto, que debiera perdonarme... Me marcho. »El anciano necesitó mucho tiempo aún para salir del castillo.