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También he pensado en eso respondió Leto devorando el amargor que le producía el recuerdo de aquel caso, que era la primera estación del Calvario que él había venido imaginándose . En cuanto lleguemos al muelle, irá Cornias volando a Peleches en busca de la ropa que usted necesite... Se dirá, para no alarmar, que se ha mojado usted, no lo que ha sucedido...

¿Por qué no ha llamado usted? Era inútil; no hay más que darle la poción calmante prescripta por el doctor, pero, esta vez, no lo calma nada; tuvo, hace poco, un síncope corto; creo que ahora está un poco mejor. Por prudencia acabo de telefonear al médico. Juan pasaba suavemente por la frente del enfermo un pañuelo mojado en éter.

Huyó del café, como si odiase a las gentes y tuviese necesidad de tinieblas y silencio. En la cubierta de los botes ocupó un sillón, mojado por la humedad. Este aislamiento lóbrego aplacó sus nervios... Nadie. Los pasajeros estaban ya en sus camarotes o se mantenían en el paseo dando vueltas por las inmediaciones del café, como pájaros nocturnos atraídos por un faro.

Es lo mismo que me dice el padre Laguardia manifestó Godofredo con un acento de inocencia que conmovió a la buena prendera. D. Jeremías es hombre de muchas letras. Algo me parece que habrá mojado en este matrimonio, porque le quiere a usted mucho.

«Eso es, mírate bien le decía D.ª Laura , para que no te olvides de esa cara preciosa. ¡Lástima que no vengan los pintores a sacar tu figura de gorrión mojado!». Don José se reía con esto. ¡Era tan bueno!... Si la miel es condición y substancia precisa en la naturaleza del hombre, aquel era, más que hombre, un merengue andando.

Pensó lo siguiente: «En todo soy desgraciado, hasta la Providencia es injusta conmigo; me castiga cuando no lo merezco: cien veces habré olido a polvos de arroz, y nada... y hoy... hoy que no hay de qué... hoy que no lo he...». De repente, se acordó de Mochi, de su abrazo y de que, en efecto, las lágrimas de borracho con que le había mojado, le olían a polvos de arroz. «¡Malditísimo marica! pensó ; fue él, el sobón del tenor Mochi.... y ahora, ¡qué conflicto!, ¡qué tormenta!

Anda, anda. Hoy estrena zapatos y calzones. Yo no de dónde ha sacado los cuartos. Yo le dije, digo: «¿Has descargado la borrica?»; y él me dijo, dice: «Váyase usted al acá y al allá». Pues por ahí te pudras. Está..., vamos, si usted le ve, no le conoce. Le ha dado el accidente cinco veces, y parece un pergamino mojado. Los ojos se le saltan del casco, las manos le tiemblan y la lengua es un estropajo. A veces se pone a dar vueltas, y marea, hija, marea. En fin, yo no qué va a ser de él. No trabaja, no sirve para nada. Modesto le da consejos; calcule usted... ¡Modesto, consejos!

Hija querida, si la bendición de un padre que te ama profundamente... Ella se desprende y lo aparta, casi como se aparta a un perro mojado, y salta dentro del coche. Yo, detrás de ella... ¡En marcha!... Estamos en marcha, pues. Las luces del patio vacilan un instante todavía con el viento, y luego la noche es negra, completa. ¡Ah señores, qué viaje!

Llegada la noche, inquietó a Barbarita la tardanza de Jacinta, y cuando la vio entrar fatigadísima, el vestido mojado y toda hecha una lástima, se encerró un instante con ella, mientras se mudaba, y le dijo con severidad: «Hija, pareces loca... Vaya por dónde te ha dado... por traerme nietos a casa... Esta tarde tuve la palabra en la boca para contarle a Baldomero tu calaverada; pero no me atreví... Ya debes suponer si la cosa me parece grave...».

El que durante todo un día ha sufrido por bosques y caminos el sol tropical, el que el aguacero ha mojado su cuerpo, el que se ve rendido por el cansancio: alienta, se vivifica y cobra ánimos al oir los consoladores ecos de la esquila del monasterio, del convento ó de la casa-hacienda; bajo aquel bronce sabe hay españoles, hay patria, hay hermanos.