United States or Serbia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sentía una impaciencia extrema por volver a ver a madama Scott y miss Percival; pero esta impaciencia iba acompañada de viva inquietud. ¿Las encontraría en el gran salón de Longueval, como las vio en el pequeño comedor del presbiterio?

Y así sucedió en efecto: a todos pareció muy chic aquel nuevo capricho, y a la noche siguiente se veían por todas partes en el teatro trajes de dos colores diversos con guantes de dos colores distintos. El debut de Miss Jesup alcanzó una ovación ruidosísima, y sólo hubo que lamentar un chistoso ridículo.

Todos los días vienen de Niza en un landó de dos caballos, y como si no tuviesen bastante con el juego del Casino, se colocan una tabla forrada de verde sobre las rodillas y sacan la baraja. ¡Jugar al poker ante el paisaje de la Cornisa, que las gentes vienen á ver de todas las partes del mundo!... Y nuestro artista, cuando hace el cuarto con los dos ingleses y una vieja miss, pierde ante el Mediterráneo, dorado por la puesta de sol, todo lo que le ha producido algún concierto en Cannes ó en Monte-Carlo.

Supongo que habría venido, en vez de ir a las carreras de Ascot; Bertrán lo encontró allí... Huberto manejaba un mail lleno de señoras muy chic, y en el que todo el mundo, incluso él, parecía divertirse extraordinariamente; Bertrán pudo reconocer a miss Maud Watkinson, ¿sabes? esa americana tan rica de quien se ha hablado tanto este invierno y que anda por todas partes con la Condesa de Husson.

Miss Gordon necesitaba diariamente el alimento espiritual de la música. Tenía un piano en su salón y un rimero de partituras que la acompañaban en sus viajes. Jaime sentábase junto a ella, frente al teclado, y procuraba seguirla como acompañante en las piezas que interpretaba, siempre del mismo autor, del dios, del único.

Señorita, vengo a darle cuenta del billete que me entregó por la mañana. ¡Ah! ... el billete... ¿De cuánto era? De diez duros. Bien, ¿qué ha comprado V.? Los botones para el vestido de la niña, han costado veintisiete reales... ¿Qué más? La sombrilla de miss Ana, que he pagado yo; no la han querido dar menos de tres duros. Bien; son cuatro duros y siete reales.

Pero ya miss Harvey se había aproximado á Jenny Hawkins y cogiéndole la mano preguntaba: ¿Qué tiene usted, señora, está usted enferma? ¡Nada! balbuceó la cantante... ¡Nada!

Yo, en cambio, lo puedo todo contra él"... Al mismo tiempo el recién venido saludó con la cabeza á Tragomer, que salió á su encuentro, y los dos atravesaron el salón para dirigirse hacia el piano, donde estaban miss Maud y Jenny Hawkins. ¿Hacia cuál de las dos se encaminaban con paso tranquilo? ¿Hacia la dueña de la casa para saludarla ó hacia la cantante para perderla?

Marchaban los dos como si se hubiesen conocido toda la vida, admirando Jaime en los ademanes de miss Gordon esa libertad varonil de las muchachas sajonas, que no temen el contacto con el hombre y se sienten fuertes al ser guardadas por ellas mismas.

Quiso entonces penetrar hasta el fondo del pensamiento de miss Maud y dijo: Ese pobre Freneuse, señorita, era un infeliz muchacho que conocíamos el señor de Sorege y yo desde la infancia y cuyas aventuras han sido causa de una gran aflicción para todos los que le tratábamos.