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La miras despacio; tiene cabellos de oro y cuyo perfume parece sentirse; los ojos, claros y profundos, dejan ver en el fondo los latidos tranquilos de una alma armoniosa.

¿Por qué me miras y te sonríes de ese modo? le preguntó Ester toda inquieta al ver la expresión de sus ojos. ¿Eres acaso como el Hombre Negro que recorre las selvas que nos rodean? ¿Me has inducido á aceptar un pacto que dará por resultado la perdición de mi alma? No la de tu alma, respondió el médico con otra sonrisa. ¡No; no la de tu alma!

Tal era el infeliz estado de estas provincias en punto á disciplina, y no mejor el que se manifestaba en órden á la seguridad y defensa de ellas; pues no se encontraban armas, municiones ni otros pertrechos para la guerra, carecian de oficiales y soldados que entendiesen el arte militar: porque, aunque en las capitales de este vasto reino, como son Lima y Buenos Aires, se hallasen buenos é inteligentes, como el fuego de la rebelion se encendió en el centro de las mismas provincias y casi á un mismo tiempo en todas, y la distancia de una á otra capital es mil leguas, cuando menos, no dió lugar á otra cosa que á hacer inevitables los estragos, pues aunque tenian nombrados regimientos de milicias, cuya fuerza se hizo crecer en los estados remitidos á la Corte, se conoció despues que solo existian en la imaginacion del que los formó, tal vez con miras poco decorosas á su alto carácter, por la utilidad que producian los derechos de patentes y otras gabelas.

Llaman, miras, y vienes y me dices: 'Señorita, es un hombre o una mujer de estas y estas señas'. Conque fíjate bien en lo que te mando. Tu tía te habrá hecho la misma recomendación. Si no nos obedeces, ¿sabes lo que hacemos? Pues cogerte y mandarte a la cárcel. Y no creas que te van a sacar: allí te estarás lo menos, lo menos, tres años y medio». La chica cumplía estas órdenes al pie de la letra.

Oigan ustedes, chicas, Judit no tiene ningún pretendiente. ¡Ya lo creo! como que su tía se opone a ello. ¡Me gusta! ¡Pues si yo tuviera una tía como esa!... Querida, haces mal en censurar a una mujer que tiene miras formales y útiles, como a nosotras nos hubiera convenido, y que, para apartar a su sobrina del peligro de las pasiones, le busca un protector.

Como todos los hombres de miras amplias y elevadas, no era exclusivista en sus gustos periodísticos. Amaba el periódico por el periódico, por ser una muestra gentil del progreso de la razón humana, o como él decía mejor, «una manifestación levantada de la conciencia pública». Las opiniones que cada cual defendía, eran cosa secundaria.

El joven Roger quiso poner el peso de la Francia en la balanza en que no alcanzaba a pesar bastante el partido europeo civilizado que destruía Rosas, y M. Martigny, tan apasionado como él, lo secundó en aquella obra más digna de esa Francia ideal que nos ha hecho amar la literatura francesa, que de la verdadera Francia, que anda arrastrándose hoy día tras de todas las cuestiones de hechos mezquinos y sin elevación de miras.

Busca cuidadoso los medios que puedan hacer efectivas tan interesantes obras; incita á los ciudadanos á que puedan prestar ideas proporcionadas segun sus conocimientos; y á la verdad, que estos, á quienes no menos que al Señor Gobernador interesa la felicidad de la provincia, no pueden sin injusticia negarse á la cooperacion de tan benéficas miras.

Les estoy esperando. ¿Qué miras tan fijamente, viejo? añadió con risa forzada, ¿vas a creer que estoy borracho? Podía habérsele perdonado al viejo la suposición, pues los ojos de Federico estaban húmedos y su cara como un tomate. Hízose un poco el remolón, y volvió a la chimenea. Bostezó, desperezose, abrochó su levita, y dijo riendo: El vino no anda tan abundante como eso, viejo.

La Nela tiró suavemente de la mano de Florentina y soltola después, cayendo al suelo como un cuerpo que pierde súbitamente la vida. Inclinose sobre ella la señorita, y con cariñosa voz le dijo: ¿Qué tienes?... ¿Por qué me miras así?