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El acuerdo súbito que se establece entre dos seres hasta entonces desconocidos uno de otro, esa vivacidad de impresiones recíprocas, esa buena inteligencia mutua de las miradas, esa facilidad de expansión y necesidad de confidencia, ¿en qué secreta relación de ideas, y gustos, cualidades o defectos debemos buscar la causa sutil?

Como astro de primera magnitud, oscureció a los demás seres racionales e irracionales de la casa, y pasó a ser el centro de todas las miradas y atenciones, y el tema de todos los discursos. En los días que siguieron a su nacimiento Miguel vivió completamente ignorado, haciendo lo que bien le placía, gozando una calma dichosa. Por desgracia, duró poco.

Todos venían á formar parte de la procesión que había de desfilar ante las miradas del pueblo, comunicando de este modo cierta dignidad á la sencilla estructura de un gobierno tan recientemente constituído.

La madre de Juana... , Campistrón, aunque me eches esas miradas terribles; la madre era cualquier cosa, y la hija tenía á quien parecerse.

Los pescadores, desde sus botes, lanzaban envidiosas miradas; los pilletes, desnudos, de color de ladrillo, echábanse al agua para tocarle la enorme cola. Rufina se abrió paso entre la gente, llegando hasta su marido, que con la cabeza baja y una expresión estúpida oía las felicitaciones de los amigos. ¿Y el chico? ¿Dónde está el chico? El pobre hombre aún bajó más su cabeza.

Había maniobrado hábilmente para llevarse al hijo de Cuadros hacia aquel balcón, donde estaba la niña como en su casa, lejos de miradas indiscretas y oídos curiosos.

Teniendo conciencia de su propia debilidad, y de que todo el temple de su espíritu ha desaparecido, en adelante sólo dirige miradas inquietas en torno suyo en demanda de quien le auxilie.

Sus cabellos negros y rizados adornaban su frente blanca y majestuosa: las miradas de sus grandes y negros ojos eran plácidas y penetrantes a la vez.

No regales ligas á Soleá si quieres casarte con ella, ni tampoco tijeras... Evita las miradas de los tuertos... No des vueltas en la mesa al cuchillo, como sueles hacer, que tiene mala pata, ya te lo he dicho... Haz lo posible por no pisar carbón... Su rostro oscuro, expresivo, se dilataba con majestuosa expresión profética.

Tenía no menos de quince admiradores silenciosos, que iban todos los domingos y fiestas de guardar a lanzarle sus incendiarias miradas en el atrio de la iglesia, cuando salía de misa de nueve. No tenían más remedio que admirarla de lejos, pues ella esquivaba toda ocasión de tratarlos. Sin embargo, no faltó quien la acusara de «coqueta»...