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Lienzos en que el genio imitó la Naturaleza, mármoles en que palpitó la vida, páginas preñadas de ciencia y poesía, prodigios del arte y maravillas de la industria... todo fue destruido, y sobre un montón de escombros humeantes quedó Luz aún viva, pero desgarradas las carnes, bañada en su propia sangre, espantosa, mutilada y deforme.

Al subir la grande escalera que conduce al primer piso, la impresion que se experimenta tiene al mismo tiempo mucho de profundo y vago: profundo, porque uno se siente embelesado, lleno de una especie de asombro delicioso, de admiracion infinita hácia tantas maravillas; y vago, porque no se sabe qué admirar mas, si los tesoros inagotables de la naturaleza, ó los prodigios realizados por el hombre, como sabio, ingeniero, artista, viajero, arqueólogo, historiador, etc.

A su padre se le cae la baba con estas cosas de Maravillas, sobre todo cuando le ve echar desprecios, a su modo, sobre el viejo resabio de «las clases», tan arraigado en Villavieja; y Maravillas, en tanto, teniendo a menos decir de quién es hijo, y pegándose como una lapa a lo que aquí se tiene por aristocracia de la población, que no sabe, a la hora presente, si temerle, si admirarle o si reírse de él; porque en Villavieja ha habido siempre muy poco entusiasmo por las ideas políticas y filosóficas.

El casamiento de Blanca Montifiori había reunido en su casa a las mujeres más lindas del día. El reportaje ya había hecho el inventario de los regalos. ¡Qué maravillas! Una novia como Blanca, fuera de los mil ramos que son de orden, no podía recibir sino diamantes, perlas y zafiros.

Unos vivían aislados y sencillos, sin vestidos y sin necesidades, como pueblos acabados de nacer; y empezaban a pintar sus figuras extrañas en las rocas de la orilla de los ríos, donde es más solo el bosque, y el hombre piensa más en las maravillas del mundo.

Era una protesta firmada por los seis colaboradores de Maravillas, contra todo lo que pudiera contenerse en El Fénix Villavejano, de ofensivo para las creencias religiosas o el honor y la fama de las familias de aquel pueblo; ofensas ingeridas en el periódico, sin el conocimiento ni la menor aquiescencia de ellos.

La inocencia de Edelmira era tan poco espantadiza que Paco hubiera podido propasarse a pisarle un pie sin que ella protestase a no sentirse lastimada. «Además, pensaba la joven, estas son cosas de aquí»; la tradición contaba mayores maravillas de la casa de los tíos. Obdulia, sentada enfrente, miraba a veces con languidez a la rozagante pareja.

Pero Ojeda se acordó oportunamente del mercado de Río Janeiro, donde estaban a la venta toda especie de animales de los que produce el trópico: monos de diverso pelaje, loros parleros, vistosos papagayos. La ofreció un regalo para someterla a la obediencia: podía escoger entre estas maravillas de la fauna brasileña.

Los habitantes de las aldeas y alquerías inmediatas a Granada, rústicas y pintorescas, pero cuyo número fuera imposible pasar en reseña, se dejaron venir a esta ciudad de rosas, frescuras y perfumes, alborotados con la relación de las aventuras que se contaban, y que por las puntas y ribetes que dejaban traslucir de encantos y maravillas, provocaban más vivamente la curiosidad pública.

Ella me descubría, durante aquellas horas de abrasadora compenetración, me revelaba como otras tantas maravillas, tesoros de desinterés, de abnegación, remedios de previsión casi iguales a las profundidas de su caridad.