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Levantóse muy paso con su garrote en la mano, y al tiento y sonido de la culebra se llegó a con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra; y como cerca se vio, pensó que allí en las pajas do yo estaba echado, al calor mío se había venido.

Amigo Amaury repuso Felipe estrechándole francamente la mano, no he pretendido matarte, ni siquiera agujerear el sombrero de tu amigo, percance que yo lamento en el alma. Muy bien, muy bien exclamó satisfecho el conde; así se hace. Desde hoy, a seguir siendo siempre buenos amigos. Se acabaron las rencillas. Los aludidos se estrecharon efusivamente las manos.

Cuando estudiaba esta gran figura, que realzaba maravillosamente la idea que se tiene en general de un corsario, y aun de un pirata, la señorita Margarita me suplicó que entrara. Halléme entonces frente á un viejo flaco y decrépito, cuyos ojos conservaban apenas una chispa vital, y que para acogerme, tocó con mano temblorosa el bonete de seda negra que cubría su cráneo luciente como el marfil.

Al preguntarla el padre Ambrosio si quería ser mi esposa, un estremecimiento profundo agitó su mano, la sentí fría y pronunció un apenas articulado.

Volvieron a estallar los aplausos con motivo de este regalo, y la atención del público, fija hasta entonces en el matador, se distrajo, volviendo muchos la espalda al redondel para mirar a doña Sol, elogiando su belleza a gritos, con la familiaridad de la galantería andaluza. Un pequeño triángulo peludo y todavía caliente subió de mano en mano desde la barrera al palco.

Y ya es caso averiguado Que otro leon ha llevado A la Goleta un cautivo, Que le halló en un monte esquivo Huido y descarriado. Obra es esta, Virgen pia, De vuestra divina mano, Porque ya está claro y llano, Que el hombre que en vos confia, Espera, y no confia en vano. Espérame, compañero, Que ya determino y quiero Seguir do quiera que fueres, Que ya me parece que eres, No leon, sino cordero.

Raúl estaba metido en un sillón, con el sombrero en la mano, y con los ojos muy grandes.

Al iniciarse la huelga, los ricos le habían hecho saber indirectamente la conveniencia de que saliese cuanto antes de la provincia de Cádiz. El, sólo él, era el responsable de lo que ocurría. Su presencia soliviantaba a la gente trabajadora, haciéndola tan audaz y revoltosa como en tiempos de La Mano Negra.

No dudo, primo querido, que será para ti asaz doloroso verte privado de esa hermosa finca donde tenías puestos tus amores, donde jugaste de niño, donde reposas de viejo, donde los árboles que tu mano ha plantado se yerguen soberbios en el espacio, y las reses que criaste pacen con sosiego sus hierbas aromáticas... Pero ésta es la ley fatal del Universo. Nada hay estable en él.

Esto á primera vista parece una absurda extravagancia; pero si bien demostraremos luego la falsedad de esta opinion, es necesario hacer justicia no solo á la recta intencion de los que la han sostenido, y sanas explicaciones de que procuraban echar mano, sino tambien al motivo que los llevó á tal extremidad, que por cierto, aunque nada sólido, no es tampoco despreciable. El espacio es algo.