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Y luego añadió, dirigiéndose a sus colegas: Pero ¡qué magnífico animal este Juanillo! Otro, a estas horas, no nos daría ningún trabajo. Le reconoció con gran atención. Una cogida de cuidado; pero ¡había visto tantas!... En los casos de enfermedades que llamaba «corrientes», vacilaba indeciso, no atreviéndose a sostener una opinión.

Un hijo que este tiene, se llamaba Por nombre Guiraró, que es palo amargo. Del nombre Papa aqueste se jactaba. Con este el padre, dice, "yo descargo La grande obligacion que

De ordinario usaba un lenguaje especialísimo, un caló, digámoslo así, que en nada se parecía al de los demás marinos de la tierra, entre quienes es cosa corriente aplicar á todo el tecnicismo náutico. No llamaba á nadie ni á nada por su nombre verdadero, y los que usaba en sustitución, tomados del lenguaje popular de Santander, eran en alto grado expresivos y adecuados.

En estas breves interrupciones, doña Rufina demostraba un gran conocimiento del mundo y un pesimismo de buen tono respecto de la virtud. Para ella no había más pecado mortal que la hipocresía; y llamaba hipócritas a todos los que no dejaban traslucir aficiones eróticas que podían no tener. Pero esto no lo admitía ella.

Ahora rezulta que el amigo Zaleta ez un zuevo como una catedral. ¡Quién lo había de penzá, tan rebajuelo y tan chiquitín! , señor prosiguió el otro, como si no hubiera oído, hablando con lentitud y firmeza. El caudillo que dio origen a nuestra familia se llamaba Rechila. Era hombre al parecer feroz y sanguinario.

A veces, imágenes de cadalsos, de quemaderos, de arcas mortuorias, aparecían en la penumbra; llamaba entonces a sus criados con brusquedad, y, mandando cerrar las ventanas, hacía encender sobre las mesas, sobre los contadores, sobre todos los muebles, numerosos candelabros, candelabros traídos de todas las estancias.

Estos protestaron afectando gran formalidad, pero la primera dijo al oído del segundo: Si será pánfila esta Mariana, que hace ya tres meses que el general Cruzalcobas le está haciendo el amor y aún no se ha enterado. Así llamaba Pepa al general Patiño, y no sin fundamento. A pesar de su apuesta figura un tanto averiada, y de su continente marcial, Patiño era un veterano falsificado.

También se hallaron allí algunos gentiles-hombres de la casa de Su Excelencia, los cuales asimismo tenían orden de acudir á este caballero cuando quiera que se tocara arma, y todos lo hicieron muy bien, entre los cuales se halló un gentil-hombre que se llamaba Beltrán, que era maestresala de Su Excelencia, y éste se señaló más que todos peleando hasta que el dicho caballero fué tomado, porque todos éstos que habemos dicho no sabían nada de cosa que se hacía dentro el fuerte, antes pensaban que todos estuviesen en sus postas y en los lugares que les habían señalado para que guardasen, y que los otros capitanes y gentiles-hombres particulares que faltaban era por otra causa y no por haberse huído y retirado al castillo.

Pertenecían a los tiempos del tisú y de la madera dorada, y los bronces proclamaban con su afectada estructura griega la disolución de los Quinientos y los senatus consultus de Bonaparte. Aunque no hacía frío, la humedad de la desamparada casa era tal, que fue preciso encender la chimenea. El joven, más bien niño, entró jugando con el perro, a quien llamaba Saúl.

Pues á estos tres cristianos, que uno se llamaba Gerónimo, y era trompeta, decian los Samocosis los habian muerto cuatro dias antes que llegásemos; instados por los Sivisicosis.