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Llegaron en este momento al boulevard Magenta, donde habían tomado la precaución de dejar el coche, y Tragomer dijo á Marenval: Ahora, tenemos que habérnosla con la magistratura. Usted me ha hablado de ver á Pedro Vesín y estoy pronto á dar ese paso... Hace veinte años que le conozco y de levita ó de toga, no me da miedo. ¿Cuándo quiere usted verle? Cuanto antes, mejor. Marenval miró el reloj.

El doctor Trevexo volvió a guardar los papeles en la levita y se levantó. Señora dijo a mi tía, pocas veces nos ha costado más trabajo que en esta ocasión formar una lista. Pero estoy contento. El jefe la proclamará mañana, y el partido la recibirá de sus manos consagrada como una bandera de lucha. ¿Confía usted en la victoria?

Ahora no existe ninguna semejante ni parecida: queremos que sea medio sociedad medio cofradía, con honores de tribunal. Si nos dejan, el Santo Oficio con levita. Hace mucha falta porque hoy no se respeta nada ni se cree en nada, el sentido moral anda por los suelos, el mundo está perdido... Pero no puedes comprenderme.

Los proletarios de levita no tenemos instinto de conservación, además de no tener levita. Después de todo, los sindicalistas no se proponen una cosa tan extraordinaria como puede creerse. ¿Qué más da el que los hombres estén clasificados por naciones que el que lo estén por oficios?

Su negra y raída levita estaba arrugada por la incómoda postura que tuviera en el féretro. Era Tucker. Reíase y aplaudía de todo corazón... Esperaba yo que Tucker, una vez sentado en el féretro, bostezara y se desperezase... ¡Pues nada de eso!... Una vez sentado en el féretro, me dio un abrazo y me besó paternalmente, diciendo: ¡Oh mi querido sobrino! ¡Oh mi querido hijo!

Por el ramal opuesto subía al mismo tiempo un viejo gordo, con la barba blanca muy recortada, hablando vivamente con otro viejo flaquito, muy atildado y pulcro; el gordo vestía sencilla levita abrochada, y el flaco, uniforme de teniente general con sus accesorios de gala.

Sacudía el cinc del tejado y parecía atacar furiosamente a toda la clínica. Aquella noche Petrov se murió de terror. Se transportó al muerto a una vasta habitación fría, que existe en todos los hospitales, destinada a tal fin; se le lavó y se le vistió con una levita negra, que se le abrochó sobre el pecho. Al día siguiente llegaron la madre de Petrov y su hermano mayor, un escritor muy conocido.

Así, si se cortaba la corriente eléctrica, no había peligro de que los clientes sintiesen la tentación de apropiarse el dinero de la banca. De tarde en tarde sonaba una campanilla, agitada discretamente por uno de los empleados de levita negra que dirigían el juego. Una ficha, una moneda ó un billete había caído bajo de la mesa.

Tres días hacía que a las doce en punto llegaba a su oficina vestido todo de negro, con levita y galera, llevando en la mano un rollo de papel, y que veía al amanuense y a Manuel, que dejaban los dibujos y letras góticas que se ocupaban en borronear y le saludaban, volviendo a su tarea luego que él se instalaba en su escritorio con toda prosopopeya.

Don Matías varias veces le prometió llevarla al teatro, y luego, para demostrar su autoridad sin duda, hacía como que se olvidaba de su promesa y dejaba a la muchacha llorando. Todos los domingos, después de almorzar, don Matías, con su levita, sus guantes, su sombrero de copa y sus botas siempre crujientes, se marchaba al Casino Moderado, y no volvía hasta el anochecer.