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El hermano se levantó, tomó sus espejuelos engarzados en cuerno, los colocó sobre la nariz, echó mano al paquete de libros, y aproximándose a la ventana que daba al gran patio interior, estuvo largo rato examinándolos. Hermano Gabriel dijo al cabo la tía María . ¿Se le ha olvidado a usted el leer? No, pero no conozco estas letras; me parece que es hebreo.

Si no encontrase algún amigo de los que convidan a beber, ya hubiese muerto. Al despedirse del doctor dijo flojamente, con la pereza de una voluntad enferma y cobarde: Ya iré... iré cuando tenga dinero... cuando pueda llevarla algo. Creo que no morirá en seguida, que aún vivirá algún tiempo. ¿No crees lo mismo? Nogueras levantó los hombros con expresión de duda.

El peludo Butrón levantó ambas manos al cielo, la Mazacán paseó por la horrorizada concurrencia una mirada de triunfo, y la duquesa, irguiéndose iracunda, exclamó violentamente: ¿Y lo dices con esa frescura?... ¿Y tienes valor para venir a decirlo aquí, en mi casa?...

Otra vez le dijo al oído hallándose de tertulia: Tengo que pedir a V. un favor, Maximina. ¿Qué es? Que me V. un rizo de su pelo. La chica levantó los ojos con sorpresa. ¿Me lo dará V.? repitió mirándola atrevidamente. Maximina bajó los ojos haciendo una señal afirmativa. Pero trascurrió un día y trascurrieron dos, y tres, y no daba señales de cumplir su promesa.

El efecto fué inmediato. Sorege se levantó exasperado por su fracaso y temblando por sus esfuerzos, y salió sin decir palabra, pero echándonos una mirada mortal. Yo, con los nervios retorcidos y el corazón desgarrado, prorrumpí en sollozos y Juana, arrodillada á mi lado, se esforzó por consolarme.

¡No quiero tu vida, chiquillo! dijo la generala sonriendo y haciéndole mimos con la mano en el rostro. Quiero tu amor; pero un amor verdadero, grande, infinito... ¡ no sabes las locuras que yo sueño, los castillos que levanto en el aire!

Todo eso, aunque no lo quisiera decir aquel gesto, entendió la Regenta; y se resignó a habérselas otra vez con Mesía sin el amparo del Provisor. No hablaron más. Se detuvo el carruaje; el Magistral se levantó y saludó a las damas. La Regenta le sonrió como hubiera sonreído muchas veces a su madre si la hubiera conocido.

Sentóse en un sillón y dijo: ¿Pero qué es esto, Damián?... ¿Cómo ha sido esa marcha tan repentina?... Sólo pude ver al señor marqués un momento, y eso delante de la gente... Pues no replicó Damián encogiéndose de hombros . El señor marqués se levantó ayer a la una y salió sin almorzar de casa... Volvió a eso de las seis y mandó preparar las maletas.

Se levantó y salió para ordenar que fuesen en seguida a buscar a su sobrina; después de dada esta orden volvió adonde la guardaban Amaury y el sacerdote y dirigiose con ellos al cuarto de Magdalena. Hacia las cuatro de la tarde llegó Antoñita. A la sazón no podía darse espectáculo más triste que el que ofrecía la habitación de la enferma.

Y sentándosele de golpe en las rodillas, como niña juguetona, permaneció encima de él un instante: en seguida se levantó, y, alzándose la falda, echó a correr, mientras el pobre hombre se quedaba pasmado, semejante a devoto fanático que imaginase haberse visto favorecido por una aparición sagrada.