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Retírate. ¿A qué seguir toreando? Tenemos bastante para vivir, y a me duele que te insulte esa gentuza que vale menos que ... ¿Y si te ocurriese otra desgracia? ¡Jesús! Yo creo que me volvería locaGallardo quedábase preocupado luego de leer estas cartas. ¡Retirarse!... ¡Qué disparate! ¡Cosas de mujeres!

Es incalculable el número de bellos romanceros, sonetos y madrigales compuestos en honor de esta gentil doncella por todos los poetas españolesBastome leer esto para comprender que los dignos reporters habían visto visiones. Traté de averiguar la verdad, y de la verdad que averigüé resultó este libro. Despidámonos para siempre de esta tumba, de la cual se ha hablado en El Times.

Allá fué soldado, y cuando nos cuenta sus trabajos y penalidades, nos quedamos como si oyéramos leer la novela El asombro de la Francia, Marta la Romarantina, aunque Santiago dice que todo lo que cuenta es mentira.

Tenía los ojos secos y un atroz sufrimiento me oprimía el corazón. Volví a leer la carta de Magdalena.

Curiosa seguramente es la anécdota que sigue. Un día se encontraban juntos en la corte Quevedo y Montalbán; estaba expuesto un cuadro de Velázquez, y el Rey y los cortesanos lo examinaban y juzgaban. El cuadro representaba á San Jerónimo, azotado por ángeles por leer libros profanos. Montalbán, por indicación del Rey, improvisó los versos,

Mientras que en Manila se llamaba taga-bundok á los montañeses, en la Laguna se les conocia por tinguianes. Me habia chocado leer en algunos autores la palabra tingues, haciendo notar la diferencia de la lengua que existía entre los habitantes de los tingues y de los valles. Indudablemente quería decir antiguamente «montaña», y tal significado, perdido hoy en tagalog, existe todavía en Malayo.

Yo le diré a V. Md. qué tan doctos, que habiendo más de catorce años que hago yo en Majalahonda, donde he sido sacristán, las chanzonetas al Corpus y al Nacimiento, no me premiaron en el cartel unos cantarcicos, y porque vea V. Md. la sinrazón, se los he de leer, que yo que se holgará.

Suprimió las cartas. Serafina, a las pocas semanas, se quejó con el esoterismo epistolar de costumbre; pero Bonis no se dio por enterado, y acabó por no leer siquiera las cartas que venían de la Coruña primero, y después de Santander.

Huberto se separó de su madre, triste y descontento, pero bien decidido a mantener la palabra dada a María Teresa. De vuelta en su casa, recorrió los diarios y pudo leer los detalles de la quiebra Raynaud, así como el relato de la muerte trágica de Pablo Raynaud, a quien habían encontrado en su cuarto, perforada la sien por una bala de revólver.

Si es así, la Nela vivirá conmigo; conmigo aprenderá a leer, a rezar, a coser, a guisar; aprenderá tantas cosas, que será como yo misma. ¿Qué pensáis?, pues , y entonces no será la Nela, sino una señorita. En esto no me contrariará mi padre.