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Fui rica en mi infancia y pobre en mi juventud. ¡Lo que he luchado para ocupar otra vez mi antiguo rango y vivir de acuerdo con mi primera educación!... Y la lucha continúa... y las catástrofes se repiten... y cada vez me veo más lejos del punto de donde partí.

Oigo decir a muchas gentes, deplorando la muerte de un amigo, que la muerte no quiere más que a los dichosos y que es bien cruel ser herido por ella en medio de la juventud y de los placeres, en el mismo instante en que todo comienza a sonreírnos y a halagarnos.

Tampoco en esta cuestión me decido ni por unos ni por otros. En realidad, no se sabe nada sobre el primer período de la vida de Eulame, que fué tan misterioso como la juventud de muchos fundadores de religiones. Todo lo que dicen mis compañeros de Universidad y lo que dijeron igualmente muchos sabios anteriores está fundado en hipótesis.

Los errores, las culpas y faltas de aquellos últimos meses, se desvanecían ante el recuerdo de los mimos de la infancia, las caricias de la juventud y los cuidados de siempre. De pronto se abrió la puerta de cristales, que daba a la ronda, y entró Millán, yendo a sentarse junto a su amigo. Venía mal encarado, con los ojos aún abrillantados por la ira. ¿Qué ha sucedido? ¿La has visto?

Palpábase, buscando consuelo, con sus manos secas y hallaba la misma suavidad y frescura. Aquella carne no se había marchitado. Bajo ella palpitaba la juventud, circulaba una sangre ardiente, ávida de goces, devorada por la creciente necesidad de las embriagueces del amor.

A su izquierda más allá de los montes azules de Oropesa que limitaban el golfo valenciano veía imaginativamente la opulenta Barcelona, donde tenía numerosos amigos; Marsella, prolongación de Oriente clavada en Europa; Génova, con sus palacios escalonados en colinas cubiertas de jardines. Luego su vista se perdía en el horizonte abierto frente á él. Este camino era el de la dichosa juventud.

La fuente de la juventud del porvenir encontraráse en estas dos cosas: la ciencia de la emigración y el arte de aclimatarse. Hasta el presente, el hombre es un cautivo como la ostra sobre su roca. Si emigra algunos pasos más allá de su zona templada, sólo encuentra la muerte.

Hace tiempo que no me miro al espejo, por no llorar recordando mi perdida juventud.... Y luego, mi historia, mi horrible historia. ¿Cómo podía figurarme que usted... digo, que , leerías tan claramente en mi pensamiento?

Conceden sus críticos censores que él, en su juventud, hizo brillantes conquistas y cautivó no pocos corazones indómitos y soberbios, pero añaden que hace ya más de veinte años que debe el Barón recogerse a buen vivir y reposarse sobre sus laureles. Mucho disto yo de seguir semejante parecer. Desde que conocí al Barón, trece o catorce años ha, he opinado lo contrario.

Sonrisa de alegría y esperanza contraía sus labios, mostrando su dentadura intachable. Su cara, que era siempre sonrosada, poníasele encendida, con verdaderos ardores de juventud en las mejillas.