United States or Belarus ? Vote for the TOP Country of the Week !


En siete de Agosto de mil y seis cientos sesenta murió en esta parroquia de San Juan Bautista de Madrid D. Diego Velázquez, caballero de la Orden de Santiago y aposentador de S. M. Recibió los Santos Sacramentos, y dejó poder para testar a doña Juana Pacheco, su mujer, y a D. Gaspar de Fuensalida, y a cada uno in solidum, ante..... Escribano de S. M., que asiste.... Enterrose en la bóveda de dicha Iglesia, y dieron de sepultura, paño y tumba 3.200.

Pero Juana, poniéndose delante: No, se lo suplico, no se vaya aún... ¡si supiese usted lo que es para una mujer... que ha sufrido, que a más ha luchado... resistido, pero que al fin ha permanecido honesta, pura, fiel, y que se ve no sólo sospechada, sino más todavía, condenada, castigada con este cúmulo de injusticia y de dureza! ¡Si supiese usted lo que pasa entonces por la cabeza de esta desgraciada! ¡Si supiese usted lo que podría hacer de , aunque no me agradezca nada tratándome... de imprudente, cuando más, como si fuese la causa de todo!

En otoño, por ser cuando se dan los mejores frutos, se castran las colmenas y está fresca la miel, se empleaba Juana en hacer carne de membrillo y de manzana, gran variedad de turrones y legítimo y esponjado piñonate, cuyos gruesos y dorados granos quedaban ligados con la olorosa miel bien batida.

Juanita cosía o bordaba; pero como esto se hace con las manos, su lengua quedaba expedita y charlaba más que una cotorra. Yo añadía Juana la Larga no coso ni bordo de noche, porque tengo la vista perdida, y así estoy mano sobre mano o paso las cuentas de rosario y rezo. Si alguna vez está usted de mal humor, podemos echar juntos cuatro o cinco manos de tute, que yo que a usted le agrada.

¡No creo una palabra! exclamó Juana. Y yo estoy segura... Ensayad y veréis. Las dos echáronse a reír. No, seriamente replicó la condesa , pensad un poco en ello... Buscad entre vuestras amigas, entre vuestras conocidas... ¡Ah! me haríais un gran servicio. Pero os diré primeramente que vuestro hijo me da mucho miedo. ¡Oh! exclamó la condesa estupefacta.

Contrariada y afligida Juana, tenía que confesar que D. Jacinto no había parecido por aquella casa; no había enviado, al menos a un criado, a informarse de cómo estaba la enferma. Por último, La Caramba supo una novedad imprevista.

Pero Jacobo, aunque evidentemente impresionado de la extrema belleza de Juana y de su distinguida inteligencia, no había manifestado sino un interés distraído.

Había visto a la Regenta en el parque pasear, leyendo un libro que debía de ser la historia de Santa Juana Francisca, que él mismo le había regalado. Pues bien, Ana, después de leer cinco minutos, había arrojado el libro con desdén sobre un banco. ¡Oh! ¡oh! ¡estamos mal! había exclamado el clérigo desde la torre: conteniendo en seguida la ira, como si Ana pudiera oír sus quejas.

Cuando el duque, que era el que había hecho rechinar aquella puerta, entró en el aposento de doña Juana, se encontró á esta vestida de blanco de los pies á la cabeza, más hermosa que nunca, pero terrible. Doña Juana tenía un pistolete amartillado en la mano, y apuntaba con él al pecho del duque, á dos pasos de distancia.

¿Qué va a ser de nosotros? Aquel nosotros pareció molestar un poco al conde, que dijo reprimiendo un movimiento de impaciencia. No hay que exagerar. Es un incidente lamentable, pero que no debe alarmarnos gran cosa. Bien sabes que te amo y que no te abandonaré. Tengo que volver muy pronto a Inglaterra, y sólo se trata de una separación momentánea. ¡Separarnos! murmuró Juana muy pálida.