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Juan Regla, y el prior Fr. Martín de Angulo, y predicando sucesivamente el P. Villalva y los priores de Granada y Santa Engracia de Zaragoza.

Adiós, señor cura, mañana pasaré á verle en su rectoral. Adiós, D. Primitivo. Adiós, señor Rodríguez, que no deje usted de visitarnos con frecuencia. Adiós, D. Juan. Adiós, D. Marcelino. Octavio se había quitado un guante apresuradamente, y al dar la mano á la señora de la casa le dijo en voz baja: ¡Qué felices son algunos claveles, condesa! Todos partieron.

Todo el anterior preámbulo y más aún necesitaría y emplearía yo, si no fuese monstruosidad convertir en preámbulo todo este artículo, que por fuerza ha de ser muy breve, para preparar á mis lectores y para impedir que se asusten, cuando, permítaseme lo vulgar de la frase, llegue el trueno gordo; la revelación del título y del asunto de la obra póstuma de Juan Montalvo: la aclaración de las palabras que me sirven de epígrafe.

Juan Claudio iba, pues, a tener noticias del novio de Luisa; pero en el momento de hablar comenzó a latir su corazón con violencia. ¡Y si Gaspar hubiese muerto! ¡Y si hubiera perecido como tantos otros! El buen almadreñero quedose como ahogado y se calló. «Más vale pensó luego no saber nadaSin embargo, al cabo de algunos instantes, no pudo contenerse.

Diremos, pues, sucintamente, que D. Juan II, D. Enrique IV y los Reyes Católicos heredaron del piadoso hermano de D. Enrique III el decidido empeño de proteger el Monasterio de Yuste; y que, del propio modo, los Condes de Oropesa siguieron en estos reinados la tradición de Garci-Álvarez de Toledo y consagraron al propio fin gran parte de sus rentas.

Y también decían que don Juan, el querido o novio, lo que fuese, de tu sobrina, era quien había encargado a la María que te hablase y te marease para mientras tanto quedarse solo con la tiple. En fin, distraerte para que no estorbases. Mira que si hubiese sido verdad... ¡bonito papel! Ante tan cruda y horrible revelación, faltó poco para que don Quintín se enfureciese.

El P. Pablo Restivo, que con un mes de estudio en la lengua Guarany pudo ejercitar nuestros misterios en todo el tiempo que ha estado aquí, nunca se ha atrevido á predicar. El P. Juan Bautista Xandra, por haber venido adulto, entiende poquísimo.

Si en tiempos del sitio hubiera existido tanto negocio como hoy, y tanta riqueza, no habrían llegado las cosas á mayores. Los que comulgamos en los sanos principios, ya sabemos el buen camino. Lo mismo nos da que reine Juan que Pedro: lo que nos importa es Vizcaya y Dios... Y Dios, ya sabe usted, que está por encima de la Patria y del Rey.

Pedro González de Mendoza. Fiestas y diversiones poéticas en la corte de Juan II. La comedieta de Pouza. Las estrofas de Mingo Revulgo. Poesías dialogadas de El Cancionero general. Leyes contra la representación de dramas en las iglesias. 213 CAPÍTULO V. España á fines del siglo XV. Juan del Encina. La Celestina. Gil Vicente. 251 CAPÍTULO VI. Torres Naharro.

Tal fue el relato de Juan, que le valió buena recompensa; y aunque me pidió que le permitiese quedarse en Tarlein, conseguí que regresase al castillo, donde lo necesitaba mucho más, encargándole anunciase a la señora de Maubán que estaba procurando auxiliarla y que ella dijese al Rey en mi nombre algunas frases de esperanza y de consuelo.