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Ella sorprende esa mirada, y ruborizándose un poco echa para atrás los indomables bucles. Caminan un instante en silencio, uno al lado del otro. La joven baja los ojos y sonríe, como si de pronto se hubiera apoderado de ella la timidez. Franquean los dos la gran puerta cochera sin haber reanudado la conversación. Juan mira a su alrededor y suelta un grito de admiración.

Quiero decirte con esto que he tomado mi resolución en el mismo instante, y que ésta es invariable como los principios que, hasta hoy, han dirigido mi vida.

Ana retuvo un instante en su mano delgada la de Pedro, y con aquellos derechos de señora casada que da a las jóvenes la cercanía de la muerte.

Sin darse un instante de vagar, tomó el Padre la copa de plata, se acercó a la piquera, la llenó del líquido y se le dio a beber a Fray Miguel sin decir más palabra. En silencio también, sin susto y con ansia, Fray Miguel se llevó la copa a los labios y bebió el licor que había en ella. El efecto fue rápido y terrible. A Fray Miguel se le trabó la lengua y no pudo exhalar ni queja ni suspiro.

Al instante salté yo henchido de erudición, relleno hasta la boca de datos concluyentes: se entabló una discusión animada.

La víctima no daba acuerdo de , y aprovechando aquel momento el bárbaro señorito, que vio pasar su coche, lo detuvo, montose en él de un salto y ¡hala!, partieron los caballos a escape. Un hombre se había detenido ante los combatientes en el último instante de la reyerta; acercose a Maxi y le miró con recelo. Creyendo que estaba mortalmente herido, no quería meterse en líos con la justicia.

Una sola idea, tan sencilla como desgarradora, aparecía entre el vértigo de mil ideas secundarias, y se perdía luego en la más caprichosa variedad de diseños que puede concebir la fantasía, para reaparecer al instante transformada. Si en el tono menor estaba aquella idea vestida de tinieblas, ahora en el mayor se presentaba bañada en luz resplandeciente.

Es que D.ª Robustiana está llorando y dice que su marido no va á Langreo, sino á Bimenes en busca de una viuda que se llama Celedonia manifestó con graciosa entereza la chica. D. Félix abrió los ojos sorprendido y al instante brilló en ellos una sonrisa maliciosa. ¡Este Regalado! exclamó sacudiendo la cabeza con amable condescendencia.

Ya en otra escena anterior se presenta el Rey, perseguido por apariciones, y en el instante en que pasa delante de la capilla de Santo Domingo, se le presenta un fantasma. .............¿Qué veo? Sombra ó fantasma, ¿qué quieres? Viene ya el día, Y detenerme no puedo. Siéntate, que eso es temor. Por desmentirte me siento. Ya estoy sentado; prosigue. ¿Conócesme?

He hablado del punto final, para manifestar la instantaneidad de la percepcion y del juicio, haciendo ver que el entendimiento no se determina, hasta el último instante.