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Una alteración de personal que hubo por entonces en la imprenta, inspiró a Millán la idea de que aquel favor, que su amigo frecuentemente le hacía, sólo para ganar tiempo y anticipar la hora de salir juntos, podía redundar para Pepe en una ganancia, no grande, pero oportuna, dada la situación de su casa, donde la necesidad se iba entrando a banderas desplegadas desde que comenzó a agravársele a don José la enfermedad de las piernas.

Sólo las llamadas Partes tercera y quinta deben haber salido al público con perfecta ignorancia de Lope; el cual, por lo demás, tenía sobrado motivo para quejarse de la negligencia con que daban a la imprenta los editores los libros de comedias, confundiendo muchas veces el nombre del autor y siguiendo manuscritos viciadísimos.

Como éste tenía más horas libres que aquél, y se iba muchos ratos a hacerle compañía, Millán le rogaba con frecuencia que le ayudase, de donde se originó que, durante una larga temporada en que hubo prisas en la imprenta, Pepe se pasó noches enteras corrigiendo pruebas; lo cual su amigo le enseñó con pocas advertencias, y él perfeccionó en algunas semanas.

Se conoce que estoy de muy mal humor, en que he ido a meterme con botas y espuelas bajo la jurisdicción o en la jurisdicción del señor fiscal de imprenta. Por lo mismo, y para evitar una cornada, tomemos de nuevo el olivo de la bella literatura. Esto es: levantemos ante el señor fiscal, como en señal de paz, un ramo de oliva.

Poco después, con ánimo de socorrerla indirectamente, y sabiendo cuál había sido de soltera su oficio, la dio alguna ropa que arreglar, y, hoy un viaje de él a su casa, mañana una visita de ella a la imprenta, al cabo de algunas semanas, como esto coincidiese con el acentuado desvío de Leocadia, comenzó a fijarse en Engracia, requebrándola entre rudo y amartelado con una delicadeza a que ella no estaba acostumbrada.

Y así es el hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los niños, a más de su corazón; pero en la imprenta dicen que el corazón cabe siempre, y el mundo no, ni el artículo de La Luz Eléctrica, que cuenta cómo se hace la luz, y qué cosa es la electricidad, y cómo se enciende y se apaga, y muchas cosas que parecen sueño, o cosa de lo más hondo y hermoso del cielo: porque la luz eléctrica es como la de las estrellas, y hace pensar en que las cosas tienen alma, como dijo en sus versos latinos un poeta, Lucrecio, que hubo en Roma, y en que ha de parar el mundo, cuando sean buenos todos los hombres, en una vida de mucha dicha y claridad, donde no haya odio ni ruido, ni noche ni día, sino un gusto de vivir, queriéndose todos como hermanos, y en el alma una fuerza serena, como la de la luz eléctrica.

Es seguro no hubiera escrito el tal folleto, si hubiera tenido á la mano, si es que sabe existe, el estado de Filipinas brevemente descrito por Tomas de Comin en 1810, y con permiso del supremo consejo de Indias impreso en Madrid en 1820 en la imprenta de Repullés, y en él hubiera visto el documento siguiente: Número 10.

De las Bellas Artes le llaman a ése, y al del otro lado, el palacio de las Artes Liberales, que son las de los trabajos de utilidad, y todas las que no sirven para mero adorno. La historia de todo se ve allí: del grabado, la pintura, la escultura, las escuelas, la imprenta. Parece que se anda, por lo perfecto y fino de todo, entre agujas y ruedas de reloj.

Todos sin dinero, debiendo en la imprenta varias tiradas, lampando tras la peseta, lo mismo que Cervantes, «que no cenó al terminar el Quijote», alegres como unas castañuelas y haciendo reír a los cajistas con sus chistes.

Al caer la tarde se le presentó Pateta en la imprenta a pedirle perdón, creyendo ser el causante de todo. No tengo nada que perdonarte: no has tenido mala intención: así, o de otro modo, ello tenía que suceder.