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A la mañana siguiente hállase la dama en su tocador, y ha gastado dos pastas de jabón en quitarse el tizne de la cara. Su rabia es inmensa: está furiosa; ha descubierto el engaño, y en su desesperación da unos chillidos que se oyen desde la calle. El joven, por su parte, trata de huir, al ver el enojo de la que adora.

Sumérgese el viajero en vertiginoso abismo en el cual se derrumban montones de nieve como colinas; convertido en alud también, se desliza uno sobre los aludes, y ve desfilar al lado, como arrastrados por una tempestad, círculos, quebradas, promontorios. Las mismas cumbres parecen huir por el horizonte, arrebatadas en frenético torbellino, en una especie de galope infernal.

Fuése en busca de ellos y encontró á muchos en la puerta del casino subiendo á los coches, con el deseo de huir de allí cuanto antes, como si el suelo les quemase las plantas. En el desorden de la fuga parecían marchar á tientas, sin fijarse en él. Dentro del casino encontró al Chiquito tendido en una banqueta, envuelto en una manta, sudoroso y pálido, con el aspecto de un niño poseído de terror.

8 Y perecerá toda la casa de Acab, y talaré de Acab todo meante a la pared, así al guardado como al quedado en Israel. Y abrió la puerta, y echó a huir. Y él les dijo: Vosotros conocéis al hombre y a sus palabras. 12 Y ellos dijeron: Mentira; decláranoslo ahora. Y él dijo: Así y así me habló, diciendo: Así dijo el SE

Allá en Buenos Aires estudiaban el asunto con toda calma, y los peones, perdida la paciencia, echábanse al hombro el saco de ropa para huir á pie ó en ferrocarril de un lugar donde ya no entraba dinero y cada vez era más general la pobreza. El almacén había descendido á boliche y tenía un aspecto fúnebre.

Era el capitán Iriondo, vestido con el traje viejo de sus expediciones de caza. Llevaba la escopeta pendiente del hombro, y el perro, junto á él, husmeaba sus manos. ¿Buscas la bronca, eh?... dijo al médico. vienes porque te gustan estas cosas, y yo me voy por no verlas. Se marchaba á cazar chimbos á cualquier parte: le interesaba huir de Bilbao, no ver lo que seguramente ocurriría.

¡Dios mío! exclamó Dorotea, exhalando un grito de espanto, mirando con terror al bufón ¡vos me habéis criado á precio de sangre humana, y vuestra maldición ha caído sobre ! Y como Dorotea quisiese huir, el bufón la retuvo. Espera, espera la dijo ; aún no he concluído; llegó un día en que ya no fuiste una niña, sino una mujer, y una mujer hermosísima... entonces, sin poderlo evitar te amé...

Igual suerte tuvieron sus palabras a Mina. Ella sólo contestó con leves movimientos de cabeza, con forzados monosílabos, mientras su palidez iba tomando un ligero tinte de rubor. No ocultaba su vehemente deseo de huir. Parecía tener miedo, no de Fernando, sino de ella misma.

Después de esto, su más vivo deseo era coger la puerta y huir para siempre de la casa aquella. Antes morir que continuar la farsa de un matrimonio imposible. De estas meditaciones la sacó doña Lupe, que después de media noche volvió a entrar en el cuarto. Envolvíase toda en una manta, lo que le daba cierto aspecto temeroso y lúgubre como de alma del otro mundo.

Las bases que en su ánimo adoptó, fueron las siguientes: primera, huir evitando toda escena triste y enojosa, ya que, dado el carácter de Cristeta, no había temor a gritos, pelotera ni escándalo. Harto sabía él que Cristeta era de las que lloran y no alborotan, sufren y no insultan. Esta misma humildad le hacía más desagradable el abandono.