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Semejante disposición huele a feminismo dijo la abuela pensando todavía en la conversación del cura con la de Ribert. ¡El feminismo!... ¡El feminismo en Aiglemont! exclamó con horror el Señor Boulmet.

Aquí hay señorío dijo el trapero . Eso no podrás negarlo. Mira esa cómoda; fíjate en esta cama, que debe haber sido de algún duque. Huele a palacio así que se la ve. Son piezas que me costaron muy buenas pesetas allá en el Rastro. Fui a comprarlas a los parientes de la Mariposa, unos descastados que al verse ricos no conocen a la familia.

Entonces, apoyado en nudoso tallo, cortado a la subida, bajaba yo lentamente, cargado de flores: irídeas de subido escarlata, que a millares crecen entre las piedras de la vertiente; «patas de león», simpáticas moradoras de las umbrías; buvardias que se me antojan talladas en coral; helechos que parecen tiras de raso; musgos raros; frutos desconocidos; guías enflorecidas de cierta campánula blanquecina que huele a miel virgen.

Ven acá, hereje y mal nacido; ven acá y huele, y dime si esto huele á capón relleno. Y asió á Cosme Aldaba del cogote, le llevó á la hornilla y le hizo meter casi las narices en la cacerola. Después le arrojó de y le plantó cuatro ó cinco cintarazos. Aldaba huyó dando gritos.

Pero morir ahogada en el barro, sofocada por esa agua que huele tan mal, no me hacía gracia. ¡Si al menos fuese el agua verde y transparente de los lagos suizos!... Yo busco la belleza hasta en la muerte; me preocupo de la última postura como los romanos y temía perecer aquí como una rata sitiada en la alcantarilla... Y, sin embargo, ¡si supiera usted lo que he reído viendo el terror de mi tía y de esas pobres gentes que nos sirven!... Ahora el agua no sube ya, la casa es fuerte, no hay más molestia que la de verse sitiados y espero el día para ver.

Para continuar su fúnebre monólogo bebía con la calma del campesino andaluz, que mira el vino como la mayor de las riquezas y lo huele y examina, hasta que, a la media hora de este copeo solemne y refinado, su pensamiento, saltando de un afecto a otro, abandonaba a Dupont para fijarse en Salvatierra, comentando sus correrías y aventuras, siempre propagando sus ideales de tal modo, que la mayor parte del tiempo la pasaba en la cárcel.

Yo no necesito viajar por las tierras vírgenes decía Elena . Teniendo al lado a mi marido que huele a todas las yerbas del campo y viéndole comer patatas asadas y forraje me creo transportada a las pampas. ¡Allí te quisiera ver yo! exclamaba Reynoso con su clara risa de hombre feliz . Entonces sabrías lo que es comer. ¿Pues qué es lo que estoy haciendo? Pillando una indigestión.

Conque lo mejor es que se vaya usted ahora, y vuelva más tarde. Le vamos a llenar de polvo y basura. No, hija, yo no me voy de aquí. ¡Uy!... Cómo huele usted a colonia. Ese olor que me gusta... Pero le vamos a poner perdido. Mire que ahora empezaremos con la sala. No me importa replicó el buen señor con sonrisa inefable . ¿Me empolva?, mejor. Yo me sacudiré.

Su traje era negro y elegante, pero había en él cierto abandono que no pasaba inadvertido para el doctor, el cual recordaba sus pretensiones elegantes de otros tiempos. Notaba en ella los estragos de la edad, la gordura que borraba bajo el almohadillado de la grasa su antigua belleza de rubia altiva y dura. Esta se entrega pensaba Aresti. Huele á incienso como las otras.

¿Qué carne humana vendría aquí, hijo, dijo la madre, cuando ni los pájaros llegan a estos lugares? Pero él siguió gritando: ¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí! Su madre puso la mesa, y después que hubo comido, le dijo: 100 Tengo que pedirte un favor. ¿Quieres concedérmelo? Hable Vd. señora le dijo.