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Ahora, la que más y la que menos huele a perrosVolvió a oirse la risa alegre y chillona de la muchacha. Celebraron los demás circunstantes las granujerías de Fernando el de Amezqueta y fueron a acostarse. A la mañana siguiente, Martín y Bautista dejaron a Amezqueta y por un sendero llegaron a Ataun, lugar en donde Dorronsoro, el jefe civil carlista, había sido escribano.

Nuestra tertulia era muy inocente; bien puedo sostener que más inocente que la de doña Inés. ¿Cómo evitar, no obstante, que doña Inés supiese y hasta creyese de buena fe mil abominaciones, excitada por esa chismosa de Crispina, que todo lo huele y cuando no lo huele lo inventa?

El replicó: «Mi corazón se halla acongojado por la ausencia. Gime al asomar el alba, gime cuando el sol toca el poniente.» Y siguieron alternando: «Si el viento sopla de parte de la comarca olorosa, huele a almizcle toda la tierra y revilca en mi pecho el deseo de visitalla

Diciendo esto, tomamos el cuchillo, y partimos bocaditos, y al cabo decimos: "¡Oh, qué bien huele! Cierto que haría agravio a la guisandera en no probarlo: ¡qué buena mano tiene!" Y diciendo y haciendo, va en prueba el medio plato; el nabo por ser nabo, el tocino por ser tocino, y todo por lo que es.

De no estar solo me dijo con singular emoción, con objeto de que si algún día alcanzo un nombre no me vea reducido al triste resultado de coronar mi egoísmo. Después añadió: No hablemos de estas cosas demasiado pronto. Usted será el primero a quien daré cuenta de ellas cuando llegue el momento. Guardó silencio un instante y poniéndose de pie me dijo: No estemos aquí: esto huele a derrota.

Anda, Ricardo..., no hay nada que ver aquí..., vámonos, vámonos... Déjame, niña, déjame contemplar esta monada de cuarto... ¡Qué precioso! y metiendo la nariz por la cama decía con mucha seriedad: ¡Huele a Marta! ¿Quieres callar, majadero?

Señora le dijo la niña, vengo en busca de mi marido, del príncipe Jalma. Tengo que gastar zapatos de hierro hasta que le encuentre. 90 Yo no le conozco, hija, dijo la madre del Norte, pero es probable que mi hijo le conozca. Te esconderé debajo de esta olla. Cuando llegue le preguntaré. Cuando llegó el viento, gritó: ¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí! 95

Asomóse a la portezuela como si desease que el gobernador la viera, y sin contestar al respetuoso saludo que al divisarla este le hizo, metióse bruscamente para dentro y se cubrió con el pañuelo parte del rostro, como si quisiera entonces esconderse. ¡Qué mal huele la democracia! decía para ocultar a Butrón aquellas maniobras . ¡Pero qué peste echan!...

No incurriré yo tampoco en el contrario parecer, atribuyendo a los animales alma semejante a la nuestra, lo cual huele a herejía, o suponiendo, y esto es peor, que trasmigran las almas humanas, y se cuelan, viven y funcionan en diversa clase de bichos. Lo discreto, a mi ver, es colocarnos en un justo medio.

Y entonces se levantó Don Pomposo del sofá colorado: «Mira, mira, Bebé, lo que te tengo guardado: esto cuesta mucho dinero, Bebé: esto es para que quieras mucho a tu tío». Y se sacó del bolsillo un llavero como con treinta llaves, y abrió una gaveta que olía a lo que huele el tocador de Luisa, y le trajo a Bebé un sable dorado ¡oh, que sable! ¡oh, qué gran sable! y le abrochó por la cintura el cinturón de charol ¡oh, qué cinturón tan lujoso! y le dijo: «Anda, Bebé: mírate al espejo; ése es un sable muy rico: eso no es más que para Bebé, para el niño». Y Bebé, muy contento, volvió la cabeza adonde estaba Raúl, que lo miraba, miraba al sable, con los ojos más grandes que nunca, y con la cara muy triste, como si se fuera a morir: ¡oh, que sable tan feo, tan feo! ¡oh, qué tío tan malo!