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Y así siguió hablando y hablando hasta que tocó la campana y se terminó la clase, y los doscientos treinta y cuatro alumnos, despues de rezar, salieron tan ignorantes como cuando entraron, pero respirando como si se hubiesen quitado un inmenso peso de encima.

Al alejarse el tierno grupo, las lágrimas habían asomado a sus ojos, y no hacía ningún esfuerzo por contenerlas, sintiendo al llorar una sensación voluptuosa, como si sus pulmones, con extraordinaria dilatación, hubiesen expelido aquel nudo que le oprimía la garganta.

Ni eres mi padre para reprenderme, ni el cura de la parroquia para darme consejos... no puedes hablar de Antonio ni de ningún otro hombre que se me acerque... porque ya ves... cualquiera pensaría que lo haces por envidia. Manolo se alzó de la silla como si le hubiesen pinchado. Toda su sangre dió una vuelta y le acudió al rostro.

Para esto fué preciso abrir la ventana: en el momento que lo hice, aunque abrigado por ella, sentíme como envuelto en un torbellino, medio ensordecido por la horrible fuerza de un ruido parecido á un cañonazo, á varios cañonazos que sin interrupción hubiesen disparado en mis oídos.

Estos escaparon también, como si las palabras del jayán les hubiesen devuelto la razón. Montenegro, al verse solo frente al cadáver, tuvo miedo. Comenzaban a crujir algunas ventanas después de la fuga precipitada de los matadores y huyó, temiendo que le sorprendiesen los vecinos junto al muerto. No se detuvo en su fuga hasta llegar a las calles grandes.

Hablo sólo de los que conocí cuando niño, porque, obligado á dejar á España joven, no pude oir más comedias. Como prueba de que á veces vegetan grandes ingenios arando, que, cultivados, hubiesen dado lustre á los estudios y á la patria, cito este caso. La música fué mejor de lo que esperaba, y toda la fiesta parecía más propia de ciudad que de aldea.

Luego te esperará a la salida, te ofrecerá el agua bendita y volverá a cogerte del brazo». Otras veces le decían: « Por la mañana temprano te levantarás muy despacito para que él no se despierte, limpiarás su ropa, pondrás los botones a su camisa, y cuando llegue la hora misma le servirás el chocolate». Otras exclamaban de pronto: « ¡Y cuando tengas un niñoEntonces la novia sentía un vuelco gratísimo en el corazón; sus manos temblaban y echaba una rápida mirada a las costureras temiendo que hubiesen advertido su emoción.

Luego, los tres se contemplaron un instante en el mayor silencio. El efecto que el doctor produjo a Amaury era de los más deplorables. Después de ocho meses de ausencia le encontraba más cambiado que si hubiesen transcurrido ocho años. Su pecho se había encorvado, su frente estaba llena de arrugas, la voz le temblaba, y sus cabellos se habían puesto blancos como la nieve.

Fué aquél un golpe rudo para Maldonado. Considérese que estaba delante de Esperancita y de otra porción de señoras y señoritas. Tan rudo fué que le aturdió como si le hubiesen dado en la frente con una maza. Se puso lívido, sus labios temblaron antes de poder articular una palabra.

Y al bajar despacio los encerados y resbaladizos escalones, dijo con un resto de encogimiento y meticulosidad provinciana: Por supuesto, señor de Artegui, que mi marido le abonará a usted todos estos gastos.... Artegui, sonriendo, la sostuvo mejor en el brazo, y diéronse a andar por Bayona tan cordiales como si en toda su vida otra cosa hubiesen hecho.