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En el trayecto que media hasta una casa que se alza á la izquierda del camino y que nos dijeron llamarse del capitán Basio, cimbrean á un lado y á otro magníficos cocales, á cuya sombra se ven algunos camarines, bajo cuyas nipas humean los hornos de los alambiques.

A presencia de semejantes atestaciones, parece que no debe ya dudarse de la existencia de aquellas poblaciones, bien sean de españoles, ó bien sean de extrangeros, que segun el uniforme dicho de los indios, hay en la una y otra banda de la Cordillera hácia la parte del sur, y en la altura del estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos: porque aunque no puede negarse que han producido con alguna variedad sus asertos y noticias, en cuanto á la situacion de tales poblaciones, esto puede provenir de varias causas y motivos.

Vea usted esos cuatro ventiladores que la rodean como si fuesen su pollada: cuatro trombones amarillos, con la boca pintada de rojo, por los que podríamos colarnos los dos a la vez. Llevan el aire a las profundidades de las máquinas y los hornos. Digamos que son las ojivas que ventilan esta catedral de acero y hulla.

El tren dejó atrás los torreones gemelos de los altos hornos de fundición «los castillos feudales de Sánchez Morueta» según decía el doctor, que pregonaban la gloria industrial de su poderoso primo, y después de atravesar un túnel, avanzó por la ribera cruzando los descargaderos de mineral.

Pero Pablo se ríe de esto y dice que no le dará ese hombre lo que la Virgen Santísima le negó desde el nacer. Quizás tenga razón.... Pero dime, ¿estamos ya cerca?... porque veo chimeneas que arrojan un humo más negro que el del infierno, y veo también una claridad que parece de fragua. , señor, ya llegamos. Aquellos son los hornos de la calcinación, que arden día y noche.

Máximo, los metales que arden en tus hornos son menos duros que yo. Tus máquinas potentes son artificios de caña si las comparas con mi voluntad. Electra me pertenece: basta que yo lo diga. MÁXIMO. Si quiere usted asegurarse del poder de su voluntad, pruébela contra la mía. PANTOJA. No necesito probarla ni contigo ni con nadie, sino hacer lo que debo. MÁXIMO. El deber, esa es mi fuerza.

La república de Chile tiene una superficie igual a la combinada de Alemania, Bélgica, Dinamarca, Holanda y Suiza, con unos cuatro millones de habitantes. Se extiende desde el río Samo hasta el cabo de Hornos, ocupando una faja de tierra larga y angosta entre la cordillera andina y el océano Pacífico.

Ahora los tiernos angelitos, en vez de chuparse el dedo, han dado en la flor de jugar a la masonería y al carbonarismo, y entre burlas y risas tienen arriba sus Cámaras de honor y sus Hornos, donde hacen varias mojigangas, que es preciso denunciar a la policía. Son casi todos chicuelos con más ganas de hacer bulla que de estudiar. ¡Y qué discursos los suyos!

El oficio era duro a veces; pero al chicuelo no le pesaba, contento de hallarse al lado de los grandes hornos rojos que no se apagaban jamás, y que le habían causado gran estupor la primera vez que los vio.

Que habia hecho bastante para aquietar el ánimo del Rey de España, con respecto á los celos que podria tener de una potencia del norte, siendo tan loca, que intentaba hacer un establecimiento en donde todos debian perecer. Que la Bahia sin Fondo estaba muy distante del cabo de Hornos, para que viniese dentro del círculo de sus instrucciones.