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¡Buenos días, Daniel! ¡Buenos días, Colon! ¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Bah! ¡Esto está que arde, Hullin! , ; este invierno vamos a oír crujir las castañas. Buenos días, amigo Jerónimo; ha llegado la hora de los grandes acontecimientos. , Juan Claudio, y hay que esperar que, con la ayuda de Dios, saldremos de ellos.

Usted ha denunciado a las dos personas que estaban en la casa en el momento de la muerte; pero ¿contra cuál de las dos hay que dirigir las sospechas y las averiguaciones? ¡Ya sería hora de decidirse! ¿Es el Príncipe el culpable? ¿Y por qué habría muerto éste a la infeliz? ¿Por celos?

Era aquella naturaleza agreste y sombría, y hacíanla pavorosa los muchos saltos de agua que se despeñaban de los riscos, el continuo lamentar de la corriente del río detenida por las peñas y la falta de sol que ocultaban ya en aquella hora las dos altas montañas. Currita, sentada en el pescante, sombría como la naturaleza y no como ella en calma, daba vueltas en su memoria a la carta de Loyola.

El convoy que los conducía hubo de sufrir en El Cristo un retraso como de media hora, pues en la vía se encontraba un tren de carga que había tenido un percance.

A última hora, el alemán, acompañándose en el piano, cantaba fragmentos de Wágner, que hacían dormitar á Madariaga en un sillón con el fuerte cigarro paraguayo adherido á los labios. Elena contemplaba mientras tanto con creciente interés al gringo cantor. No era el caballero de los ensueños esperado por la dama blanca.

Ruiloz les acompañó hasta la estación, donde llegaron largo rato antes de la hora de salida.

Hace una hora que he venido repuso el señor de las Cuevas, separando los anteojos de la cara. He visto la barca desde el mirador poco después de puesto el sol. Debía suponerlo. ¿Cómo se le había a usted de escapar nada que pase por ahí afuera? Tengo mejor vista que cuando era un mozo de veinte años dijo don Melchor con firme entonación y en voz alta para que lo oyesen.

La casa está rodeada de árboles y a un cuarto de hora de la población más próxima. No aún con exactitud de cuántos pisos se compone; las habitaciones no están todas las unas encima de las otras; se diría que el segundo piso ha bajado hasta el nivel del suelo a causa de un temblor de tierra. Por un lado no hay que subir ni bajar escaleras; por el otro hay que descender con peligro de la cabeza.

Mientras tanto se presentan en el convento los dos mercaderes; fíjase la hora en que han de profesar; pero al aproximarse, se les aparecen el Demonio, el Mundo y la Carne, y les aconsejan que no renuncien tan locamente á los placeres terrenales. Antonio y Leandro se quedan estupefactos; hacen la señal de la cruz, ante cuyo signo huyen los fantasmas, y entran en el claustro.

Señor Comisario Real, Marqués de Valdelirios: Joseph de Barreda, de la Compañía de Jesús, Prepósito Provincial del Paraguay, parece ante V. S. para que en fuerza de su Real Comisión con que está entendiendo en los tratados de la línea divisoria de las dos Coronas de España y Portugal, se sirva de oir en justicia los clamores con que esta provincia desea manifestar la fidelísima lealtad con que hasta hora presente ha obedecido á ciegas y con pronto rendimiento las cédulas reales y todas las órdenes conducentes á la evacuación de los siete pueblos de Misiones que están entre el río Abiquy y las márgenes del río Uruguay para que, según el consabido tratado, se entreguen á los dominios de Portugal, y saliendo los indios que hoy los habitan á otros territorios pertenecientes á la Corona de España, trasladen á ellos sus bienes muebles y semovientes y fabricando nuevos pueblos é iglesias, labren tierras para mantenerse de sus frutos.