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3 Contra el amor no hay engaños, de D. Diego Enríquez. 4 El hijo de Marco Aurelio, de D. Juan de Zavaleta. 5 El nieto de su padre, de D. Guillén de Castro. 6 Osar morir da la vida, de D. Juan de Zavaleta. 7 A lo que obliga el ser Rey, de Luis Vélez. 8 El discreto porfiado, de tres ingenios. 9 La lealtad contra su Rey, de Juan Villegas. 10 La mayor venganza de honor, de D. Álvaro Cubillo.

Hizo luego de grata presencia El gran DON LUIS FERRER, marcado el pecho De honor, y el alma de divina ciencia. Desembarcóse el dios, y fue derecho A darle quatro mil y mas abrazos, De su vista y su ayuda satisfecho. Volvió la vista, y reiteró los lazos En DON GUILLEN DE CASTRO, que venia Deseoso de verse en tales brazos.

El choque de sus espadas, en la pelea, hace venir á Manfredo. Flor es sorprendida junto al cadáver ensangrentado, y, en este apuro y para salvar su honor, declara que ella misma le ha dado muerte por defender su honra.

Las comedias más conocidas de Leiba son las dos tituladas Cuando no se aguarda y La dama presidente , distinguiéndose la primera por su riqueza y vigor cómico, y la segunda por su feliz y gradual desarrollo, que encadena estrechamente el interés del espectador, habiendo otros muchos escritos suyos de igual mérito, como, por ejemplo, la comedia de intriga El honor es lo primero, que, por lo ingenioso de su plan y su desempeño, rivaliza con las de la misma clase de Calderón, y, además, la que lleva el título de Cueva y castillo del amor, verdaderamente admirable por sus abundantes imágenes y por ofrecer alguna semejanza con La vida es sueño; y otra, Los hijos del dolor, que se distingue por algunas escenas verdaderamente trágicas, y cuyo argumento es la historia de Juan Castriota y de su hijo, el famoso Escanderbeg.

Un mandato expreso de la reina, la obligaba á presentarse como madrina en el cuarto de una joven dama de honor, á quien, como sabemos, tenía ojeriza, á quien llamaba intriganta y enemiga del duque de Lerma. Pero lo mandaba su majestad y era necesario obedecer.

A un hombre le hacen una canallada; este hombre no se bate y es un hombre sin honor. El honor o el deshonor no consisten, pues, en conducirse honorable o deshonorablemente, sino en batirse o no batirse. Yo me atrevería a decir del honor caballeresco exactamente lo mismo que he dicho del valor, esto es, que se tiene tanto más cuanto se tiene más técnica.

Mi corazón no ha cambiado, ni cambiará jamás... Pero si el deber, si el honor me obliga a partir... ¡Ah! si es el deber, si es el honor... No digo nada más, Juan... ¡Todo queda después de eso, todo, todo! Siempre has sido buen juez de tu deber, buen juez de tu honor... Parte, hijo mío, parte. No te pregunto nada más, ni quiero saber nada más.

Verán á los bandidos Sus puertas derribando, Violadas en su lecho Las prendas de su amor, Y en medio á la algazara De torpes asesinos Los cráneos de sus hijos Colmados de licor! Honor á los valientes Que vibren el acero Confiando en nuestra causa Con grande corazon; Y firmes como roca La espada levantando, De esclavos y tiranos Detengan la invasion!

Alzarlo en coro vosotros primogénitos benditos de la progénie patria, ilustres sabios, honor y prez del nacional decoro, que recibísteis con los mismos ritos la sal de la sapiencia en vuestros labios, y en comunión los unos con los otros brote del seno del filial linaje el cántico, que en labios de vosotros sea como un legítimo homenaje a la madre común.

La noche antes de embarcarse para las remotas tierras de este príncipe, daba ella una vuelta por el parque, a la sombra de un bosque de laureles-rosas, acompañada de sus damas de honor. Estas formaban una theoría, arrastrando de dos en dos sus túnicas de lino, con un lirio en la mano. El lirio simbolizaba la inocencia y el sacrificio de la princesa.